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Toma lo que quieras. Es para Guillermina. Mamá le dio dos, y le falta un pico para poder pagar mañana el trimestre del alquiler del asilo. Contestole el Delfín apretándole con mucha efusión las dos manos y arrugando el billete que estaba en ellas. En cuanto Guillermina pescó lo que le faltaba para completar su cantidad, dejó la costura y se puso el manto.

El tejedor volvió a tomarla en las rodillas. Sin embargo, sólo fue un rato después que al espíritu lento del solterón Silas se le ocurrió que eran los zapatos mojados los que causaban el dolor de la criatura, apretándole los tobillos recalentados.

Los grandes ojos azules, lascivos, de la generala, se clavaban con amorosa inquietud en su amante al proferir estas palabras. Miguel despertó de la indiferencia en que yacía. Todo eso eres, cielo mío... Todo eso y mucho más contestó, apretándole con efusión las manos. ¡Si fuese cierto!... Pero no... tu amor va siendo cada día más tibio... A medida que el mío se enciende, el tuyo se apaga...

Tal temor sentía ella, que hasta se encontró con fuerzas inferiores a las de su marido, que era tan débil. «Moñuca mía le dijo apretándole el brazo con nerviosa energía, y mirándola con una expresión en que la desdichada veía confundidos al amante y al asesino . Nos liberaremos, por medio de una sangría suelta, desde que hayas cumplido tu misión. ¿Cuándo será? Allá por Febrero o Marzo».

Detuviéronse: Aurora parecía decir a su galán que no siguiese más. Era prudente esta indicación, y el galán se despidió apretándole la mano. Maxi le miró subir hacia la calle de la Magdalena, y sentía deseos de gritar e írsele encima: «Ratero de mi honor y de todos los honores... ahora las vas a pagar todas juntas». Creía que se le afilaban las uñas haciéndosele como garras de tigre.

Al mismo tiempo, sobre su pecho cayeron dos columnas duras como el hueso, apretándole contra la tierra, manteniéndolo en la inmovilidad de la presa vencida.... Era el puma.

Adiós, Aldama concluyó diciéndole y apretándole al mismo tiempo la mano ; que no falte usted el viernes. Hace dos o tres semanas que no le vemos. Rojas recibía a sus amigos los viernes por la noche en su casa. Era una tertulia casi exclusivamente de literatos donde predominaban los jóvenes.

Entonces vamos a pasear: cuando llegue la hora, V. me lleva a casa y mamá se figura que me trajo el criado de las primas... Pero si le estorbo o no le gusta pasear conmigo, dígamelo V... me voy en seguida... Yo le contesté apretándole el brazo y tirándole suavemente por la mano para encajárselo bien en el mío. Teresa continuó hablando con graciosa volubilidad.

¿Sabes por qué? respondió Tristán apretándole la mano y con una expresión de infinita perspicacia . Porque estaba persuadido de que mi obra haría fiasco. Así lo creían los cómicos todos y éstos no se atreven a respirar si Estévanez no se lo permite. Reynoso guardó silencio.

Vió a la joven sentada en una silla en el fondo de su cuarto; ya estaba levantada y vestida, a pesar de la hora tan insólita. Tenía, pues, que saber lo que había pasado. Mathys se acercó a la joven, la miró con los ojos hechos ascuas y exclamó, apretándole las muñecas hasta deshacérselas: Ten cuidado, dime la verdad, porque si me engañaras, sería capaz de todo... ¿Dónde está el aya?