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Actualizado: 7 de junio de 2025


Cuando decía a usted el otro día durante nuestra navegación que desearía tomar mujer por elección de usted, declinó usted esa responsabilidad, pero al mismo tiempo creí comprender que un nombre estaba a punto de caer de sus labios... ¡Es posible! ¡Dígamelo! ¡Nunca! ¿Ni aun cuando yo rogara que tuviese usted a bien ofrecer mi mano a su amiga Beatriz? ¿De veras? murmuró la vizcondesa.

Y dígame ahora, por Dios agregó la señora, con tanto miedo de oír una mala noticia, que apenas hablar podía ; dígamelo pronto. ¿Qué ha sido de mi pobre Nina?». Sonó este nombre en el oído del buen sacerdote como el de una perrita que a la señora se le había perdido. «¿No parece?... le dijo por decir algo. ¿Pero usted no sabe...? ¡Ay, ay!

D. Luis, dígamelo Vd. con franqueza, ¿ha sido también sordo el cielo a esta última súplica? ¿O es acaso que para avasallar y rendir un alma pequeña, cuitada y débil como la mía, basta un pequeño amor, y para avasallar la de Vd., cuando tan altos y fuertes pensamientos la velan y custodian, se necesita de amor más poderoso, que yo no soy digna de inspirar, ni capaz de compartir, ni hábil para comprender siquiera?

Bueno murmuró el viejo , no quiero retenerte más, Shanti. ¡Adiós! y me tendió los brazos y me estrechó en ellos débilmente. Salí del cuarto y bajé con Mary al raso del caserío. Si puedo servir a usted en algo, dígamelo usted advertí a mi prima. Hoy no necesito nada. Cuando necesite.... Entonces, hábleme usted sin ningún reparo. Así lo haré. ¡Muchas gracias! Adiós, Mary. Adiós.

Así ataviada, y en todo semejante a una avispa, la gentil muchacha anduvo largo rato por un pasillo, hasta que, viendo a don Quintín sentado bajo el mechero de gas y enfrascado en la lectura, se le acercó y le dijo, aludiendo al periódico que tenía en las manos: Si ve usted en los anuncios que alguien busque casa para vivir en compañía, dígamelo usted, que tengo un gabinete muy mono.

Diga que usted lo desea, dígamelo para que yo no me vaya desolado. Mi madre está en casa todos los miércoles. Puedo asegurarle que tendrá gran placer en recibirle. En cuanto a , confieso que lamentaría que las agradables relaciones que hemos iniciado aquí, quedasen interrumpidas. Yo no hago amigos por tres semanas; cuando los he elegido es para siempre.

Algún escrúpulo de conciencia, el deseo de mayor perfección. Yo que soy desgraciado; yo, señora, no debiera estar en el mundo. ¿Pero qué tiene usted? preguntó Paula con mucho interés. Dígamelo usted todo. ¿No dice usted que le he consolado otras veces? Ahora le consolaré si me descubre una nueva desventura. Cuénteme usted. Mis desdichas no son para contadas.

Creo que el lenguaje humano no tiene palabras para demostrar los misterios, y el pensamiento de poner mi ignorancia enfrente de la sabiduría y la ciencia de mi padre me parece un orgullo insoportable. Y, sin embargo, ¿es bastante rezar en el secreto de mi corazón? ¿Es bastante? Dígamelo usted, mi buen señor cura. Máximo a su hermano. 6 de octubre.

Es un ángel, mi ángel guardián. ¿Qué es necesario hacer para curarla? Dígamelo y obedeceré como un esclavo. Señor duque, lo que necesita la señora duquesa es una vida tranquila y fácil, sin emociones, y, sobre todo, sin privaciones; un régimen suave, alimentos escogidos y variados, una casa cómoda, un buen coche...

Hubo un momento en que, comparándola mentalmente con la garbosa hembra que tenía delante, resultó de esta comparación que la primera no pasaba de muchacha vivarachuela y graciosilla, en tanto que la segunda era mujer formada y en plena madurez de belleza. Vamos, dígamelo usted claro. ¿Ha venido usted a preguntarme por aquélla, o a verme a ?

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