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Actualizado: 7 de junio de 2025
Entonces vamos a pasear: cuando llegue la hora, V. me lleva a casa y mamá se figura que me trajo el criado de las primas... Pero si le estorbo o no le gusta pasear conmigo, dígamelo V... me voy en seguida... Yo le contesté apretándole el brazo y tirándole suavemente por la mano para encajárselo bien en el mío. Teresa continuó hablando con graciosa volubilidad.
María Teresa, aniquilada, se recostó en el gran sillón, en tanto que Juan, yendo hacia ella e inclinándose a su lado, le decía con voz grave: María Teresa ¿me perdonará usted algún día de haberme atrevido?... Dígame cuando menos que tengo disculpa; dígamelo, se lo suplico. ¡Hace tanto tiempo que ahogo mi corazón y sello mis labios para ocultar mi locura!
Entonces vamos a pasear: cuando llegue la hora, V. me lleva a casa y mamá se figura que me trajo el criado de las primas... Pero si le estorbo o no le gusta pasear conmigo, dígamelo V... me voy en seguida... Yo le contesté apretándole el brazo y tirándole suavemente por la mano para encajárselo bien en el mío. Teresa continuó hablando con graciosa volubilidad.
En vez de haberme dado alguna cosa útil, me sale ese zonzo dándome un álbum con su retrato, como si fuera tan buen mozo y tan joven. Venga, Julio, venga a la sala agregó, se lo voy a mostrar; y llevándome casi de la mano, me condujo adentro y abriendo la primera hoja del álbum, me dijo: Vea, dígamelo con franqueza ¿se puede dar un hombre más cache?... y prorrumpió en una carcajada...
Dígame cuándo será eso del duelo... Necesito saberlo. Moreno se resistió á hacer tal revelación, y el comisario, en vista de su rebeldía, fué dulcificando el tono de su voz. Dígamelo y no sea cachafaz. Piensen todos ustedes que no está bien que ocurran aquí tales cosas hallándome yo presente. Dígame cuándo será eso... para marcharme antes.
Es el tratamiento más eficaz para combatir eso... Dígamelo usted a mí, que durante una temporada he estado como usted... muchísimo peor. Yo inventaba religiones; yo quería que todo el género humano se matara; yo esperaba el Mesías... Pues aquí me tiene tan sano y tan bueno». Y volviendo al grupo principal: «Nada, hay que dejarle. Eso le pasará. ¡Pobrecito!, me da mucha lástima».
Sí, Mabel, otra vez estamos de vuelta le dije, estrechando su mano entre las mías y mirándola a los ojos. ¡He descubierto el secreto de su padre! ¿Qué? gritó con ansiosa sorpresa, ¿lo ha descubierto? Dígame lo que es... dígamelo insistió sin aliento.
El joven diplomático le escribió una carta desolada poniendo su suerte entre sus manos y terminando por estas líneas de una hábil política: «¿Qué debo hacer, Liette? Dígamelo usted, pues ya no lo sé yo mismo. Apelan a mi honor, a compromisos de familia, a mi gratitud hacia mi tío, a mi piedad por su hija... Yo no oigo más que la voz de mi razón y mi amor... Necesito un guía que me ilumine.
Usted me dirá a qué debo el honor de esta visita repuso Raimundo con voz un poco temblorosa. Ha conseguido usted ponerme nerviosa. Para no enfermar como el lego de los Madgyares, he dado el paso ridículo de subir hasta aquí a rogarle que cese en su persecución. Si usted tiene que decirme algo interesante, dígamelo de una vez y concluyamos.
¿Se fué el venturao de Dios?... ¡Mariduco de mis entrañas!... ¿Lloraba, tío Miguel?... ¿Sa alcordó anguna vez de mí?... ¡Dígamelo, tío Tremontorio, que se me está partiendo el alma de pura congoja!... ¿Irá muy lejos?... ¿Volverá?... ¿Tardará mucho?... ¡Ay de mí, probe!... ¡Sola me dejó y sin arrimo!... ¡Hasta el de las inocentes criaturas me falta!... ¡Las que parí, tío Miguel; las que crié á mis pechos! ¡Me las han arrancao de casa!... ¡Bien sé yo quién!... ¡Bien sé yo por qué!... ¡Pero al otro mundo no ha de ir á pagarlo la muy sinvergüenza, cuentera y borrachona!...
Palabra del Dia
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