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, tío; pero me había dicho que sería hoy, y lo deseaba yo, porque Vd. recuerda que hoy hace tres años que se lo llevaron, y como me cree culpable, deseaba yo en este día pedirle perdón... ¡Harto ha padecido el pobrecito! Amigo mío, dije yo al cura, ¿podría Vd. decirme qué pena aflige a esta hermosa niña y por qué desea ver a esa persona?

Miguel movió la cabeza tristemente. Y has perdido continuó ella ; eso no hay que preguntarlo: se ve en seguida... ¡ jugando!... Pero su extrañeza fué corta. Has jugado por : lo adivino... Te has dicho: «Voy á ganar lo que esa loca pierde; los hombres sabemos más que las mujeres...» ¡Ah, pobrecito mío, pobrecito mío, cómo agradezco tu buen deseo!... ¿Y cuánto fué?...

Delante venían tres hombres a caballo: dos con boina en la cabeza, el tercero con gorra pellejera, y detrás de ellos, en confuso desorden, hasta doscientos hombres, equipados diversamente, pero con buenas armas, y el mayor número con boina blanca. Traen uno cogido. ¡Pobrecito! dijo. Pateta, oprimiendo maquinalmente el fusil.

Ya, ya recuerdo cuando vino usted con él hace bastante tiempo. Usted se llama... Isidora, para servir a usted... ¡Pobrecito papá!

María de la Luz, pasando repentinamente de la resistencia al desaliento, rompió a llorar, aumentándose sus gemidos y sus lágrimas conforme avanzaba Fermín en el relato de la desesperación amorosa del novio. ¡Ay, pobrecito! gemía la muchacha, olvidando todo disimulo. ¡Ay, mi Rafael de mi arma!... Se dulcificó la voz del hermano. Le quieres, ¿no lo ves? le quieres.

La faz del duque se oscureció. Luego dijo entre risueño y enfadado: ¡Pero, hombre; que no estén ustedes jamás contentos sino sacándole a uno el dinero! Y al mismo tiempo echó mano al bolsillo y sacó la cartera. M. Fayolle sonreía siempre, diciendo que lo sentía, porque el señor duque era un pobrecito y no le gustaba echar a nadie a pedir limosna, etc., etc.

Me estás haciendo creer que no hay Dios, que portarse bien y portarse mal todo es lo mismo». La compasión venció a la delincuente y se mostró tan afable aquella tarde y noche, que Maximiliano hubo de tranquilizarse. El pobrecito estaba destinado a no tener rato bueno, pues a punto que su espíritu recibía algún alivio, se le inició la jaqueca. La noche fue cruel, y Fortunata esmerose en cuidarle.

¿Conque no ha estado usted en Sevilla hasta ahora? ¡Pobrecito! ¿Entonces no habrá usted visto la Semana Santa? ¡Ay, madre mía, no haber visto nunca las procesiones del Jueves y Viernes Santos, no haber visto las cofradías ni los pasos, no haber visto al divino Señor del Gran Poder ni a la Santísima Virgen de la Esperanza!...¡Parece mentira, vamos, parece mentira! ¡Pobrecito!

Me levanté fuera de , y así una silla con resolución hostil; pero lord Gray permaneció tan impasible, tan indiferente a mi cólera, y al mismo tiempo tan sereno y risueño, que sentime sin bríos para descargarle el golpe. Despacio. Nos batiremos luego dijo rompiendo a reír con expansiva jovialidad . Ahora voy a declarar la causa de ese repentino enfado y anhelo de matarme. ¡Pobrecito de !

te marchas por , por hacerte rico, por rodearme de lujos y comodidades, y vas ¡pobrecito mío! como un soldado va a la guerra, a sufrir, a matarte de fatiga. ¿Y no quieres que si yo llego a ser rica te lo mío?... ¡A callar! Ya sabes que no te aguanto cuando te pones tonto con tus caballerías... señor, te mantendré, te guardaré como un pájaro en su jaula, y harás versos o no harás nada.