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Actualizado: 5 de julio de 2025


Agur, querido; voy a llevar este geranio a atrás, porque el pobrecito se me está requemando aquí en el patio. ¿No ha visto usted este rosalito? Mire qué botoncito más lindo y más rico tiene ya, y eso que no hace siquiera un mes que lo he plantado... Voy a aprovechar el rayo de sol que cae ahora en la ventana de la sala para que se alegre un poquito...

ASCLEPIGENIA. ¡Atenais! ¡Atenais! ¡Acude! ¡Oh desgracia! Acude; trae un pomo de esencias. ¡Nos quedamos sin filosofía! Ya no hay filosofía posible. Ya no hay más que ciencias positivas y prosaicas. Mi filósofo se me muere. ATENAIS. Cálmate. No es nada. Ya vuelve en . ASCLEPIGENIA. ¡Buen susto me he llevado! ¡Pobrecito mío de mi alma! ¡Qué malo se me puso! Ha sido un momento de debilidad.

Los otros trataron de darme un garrote en los muslos, y decían: -El pobrecito agora sin duda se ensució, cuando le dio el mal. ¡Quién dirá lo que yo sentía, lo uno con la vergüenza, descoyuntado un dedo y a peligro de que me diesen garrote!

Era sabido el final de todos los picadores, después de una vida de horribles costaladas: el que no moría repentinamente de un accidente desconocido y fulminante, acababa sus días loco. Así moriría el pobrecito Potaje; y tantas fatigas a cambio de un puñado de duros, mientras que otros...

¡Mamá, hay que marcharse! ¡En seguida, hijo mío! Diga usted, doctor, ¿podré pasar la noche junto a mi Sacha? ¡Está solo el pobrecito! Nadie en nuestra familia había muerto en un hospital, y el pobre hijo mío... Y se echó a llorar. El doctor la autorizó para pasar la noche velando al difunto. La madre y el hijo se fueron.

Ávida de tocarle, la Delfina le agarró un mechón de cabello, lo único en que no había pintura. «¡Pobrecito, cómo está!...». De repente le entraron a Juanín ganas de llorar. Ya no enseñaba la lengua; lo que hacía era dar suspiros. «¿Pero ese Sr. Izquierdo, no está? preguntó a Ido Jacinta llevándole aparte . Yo tengo que hablar con él. ¿Dónde vive?».

Te quiero porque has padecío mucho pa ganarte la vida, ¡pobrecito mío!, porque te vi casi muerto en aquella noche, y entonces adiviné que te llevaba dentro del corazón.

Hija, yo creí desocuparme más pronto... Y mi rey tiene hambre... ya le oigo llorar... Voy, voy, hijo de mis entrañas... ¡Ay!, creí que no me dejaban venir. Si me llevan a la cárcel, no ... pobrecito mío». Abra usted, abra pronto... le dijo Guillermina empujándola , callejera, cabra montés.

Al pronto creyó Jacinta que a su marido le habían pegado una puñalada. Dio un grito... miró; no tenía sangre... «¡Ah! ¿Es que te duele?... ¡Pobrecito niño! Eso será frío... Espérate, te pondré una bayeta caliente... te daremos friegas con... con árnica...».

Paco, cada vez que sorprendía una de aquellas miradas furibundas, sonreía y hacía guiños a Manuel Antonio. Oye, Carmela dijo parándose frente a un cuadrito pintado al óleo, ¿dónde habéis comprado este San Juan? ¡Jesús! señor exclamó Carmelita, no es un San Juan, que es un Salvador, ¡míralo cómo se ríe el pobrecito! ¡Ah! es un Salvador. ¿En qué se distinguen?

Palabra del Dia

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