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Era el tiempo propicio: días claros y frescos: la gentil cazadora los empleaba corriendo por el monte a tiros con las perdices y conejos. Corre, corre, hija mía le decía don Germán viéndola llegar sudorosa y jadeante a casa . Aprovéchate de que el pobrecito aún pesa poco. Clara sonreía ruborizada. Su estado interesante ya era conocido en la casa y empezaba a ser visible para los de fuera.

Se podría adornar con ellas un centenar de sombreros de precio. El antiguo obrero «consciente» reaparece á través de esta admiración. ¡Ah, el dinero!... Hasta en la muerte nos separa. ¡Y pensar que cuando yo visito á mi pobrecito hijo sólo puedo llevarle ramos de violetas de á diez céntimos!... Veo á la duquesa al pasar ante la puerta de su camarote.

Yo le pregunté después a la Paca si había vuelto por allí el chico de Santa Cruz, y me contestó: 'Calla hija, si han dicho aquí anoche que está con plumonía.... Pobrecito, por poco no lo cuenta.

¡Ay! ¡pobrecito de Pablo! ¿En dónde estará a estas horas? preguntó alguien. ¡En dónde ha de estar! respondió otro ... en la cárcel del pueblo cercano; o bien desvelado por el frío, y bien amarrado, en el monte donde hizo jornada la tropa. No bien hubo oído Carmen estas palabras, cuando no pudo más y rompió a llorar. Se había estado conteniendo con mucha pena, y entonces no pudo dominarse.

No me hable usted, no me hable usted, señor D. Juan. Estoy con el alma en un hilo.... ¡Mi hijo...! ¡Pobrecito! que está muy malo.... ¿Pero no tiene usted esperanzas? No, señor.... Digo, esperanzas, lo que se llama esperanzas.... No ; estoy loco; mi cabeza es un volcán.... ¡ lo que es eso! observó el otro con tristeza.

Y con histérica delectación clavó sus dientes en un brazo del torero, martirizando su hinchado bíceps. El espada lanzó una blasfemia, a impulsos del dolor, desasiéndose de aquella mujer hermosa y semidesnuda, con la cabeza erizada de serpientes de oro, como una bacante ebria. Doña Sol pareció despertar. ¡Pobrecito! Le han hecho daño. ¡Y he sido yo!... ¡yo, que a veces estoy loca!

Hay en sus palabras, en sus actitudes todas un atractivo que yo no he observado jamás en ninguna otra mujer... Si usted viese o leyese ahora en mi interior... ¡Huy, huy! gritó el niño, a quien yo, al parecer, con la vehemencia del discurso, estaba apretando la mano hasta deshacérsela. ¡Ay, pobrecito, perdona! dije apresurándome a acariciarle.

El cuñado había protegido su retirada, pero á pesar de esto, la sensible Elena gimió entre lágrimas pensando en el alemán: «¡Pobrecito! ¡Todos contra élMientras tanto, la esposa de Desnoyers retenía al padre en su despacho, apelando á toda su influencia de hija juiciosa.

Paco Gómez levantó el canasto, lo destapó por completo y fue exhibiendo a sus amigos el infante dormido. Estalló una tempestad de exclamaciones. ¡Angelito! ¿Quién habrá sido la infame?... ¡Pobrecito de mi alma! ¡Qué corazones de hiena, Dios mío! ¡Miren qué hermoso es! ¿Habrá mucho tiempo que lo han expuesto? Estará aterida la criatura. Paco, déjeme usted tocarlo.

Descuido fue, que aquella vez, hija, no pude zafarme como cuando la del coche... ¡Ay!, estas cosas te las cuento a ti, porque que eres callada y no me has de hacer traición. ¡Si mamá lo supiera...! En fin, que el muy tunante se divirtió todo lo que quiso, y después la del humo. Llegó el 70, y al pobrecito Fenelón le mataron esos infames prusianos.