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Después de acariciarle su enorme cabeza, volvió a recuperar lo que había dejado sobre el banco y prosiguió su marcha, siempre abrumada por la fatiga, poseída por triste desaliento, pero satisfecha y sonriente al mirar a sus dos pequeñuelos, cruz abrumadora que arrastraba en el calvario de la miseria. Juanito creyó despertar ante aquella aparición.

El regocijo de don Mariano era tan grande, que se traslucía en los ojos cada vez que los dirigía hacia la gentil pareja, y mil hermosos ensueños, en que siempre figuraba un enjambre de nietezuelos rubios y traviesos como lo había sido su hija, venían por la noche a acariciarle en las soledades de su lecho feudal. Doña Gertrudis, como de costumbre, encontraba muy bien la conducta de María.

La condesa, sin vacilar, puso su diminuta mano sobre el testuz del animal; después lo cogió por un cuerno, y, por último, empezó á acariciarle el hocico. La vaca al principio sacudía la cabeza, hacía sonar la cadena que la sujetaba; mas pronto se dió á partido, contentándose con soplar fuerte y abrir mucho los ojos.

Gracias á Dios que he encontrado la felicidad. ¡Cuan dulcemente se pasa el tiempo mirándola, ahora y después y siempre! ¿Qué placer iguala al de pasar rozando sus cabellos, y acariciarle la frente con mis flequitos? ¿Qué mayor ambición puedo tener que dejarme resbalar por su cuello hasta escurrirme... qué yo dónde, ó esconderme entre su ropa y su carne para estarme allí haciéndole cosquillas per saecula saeculorum?

Un gato gris con rayas amarillas comenzó á restregarse contra las faldas de Flora y concluyó por saltar á su regazo. La joven le acarició distraídamente pasándole suavemente la mano por el lomo. Mas he aquí que Jacinto, acometido de súbita ternura por el animalito, quiere también acariciarle, pero se equivoca, y en vez de pasar la mano por su lomo, la pasa por la de Flora.

Entre aquellos dos niños el uno grande y el otro chico nació súbitamente una tierna simpatía. Cuando la niñera quiso tomarle de nuevo en brazos Paquito se resistió fuertemente, persistiendo en agarrarse al cuello del marqués, que entusiasmado con tal preferencia no cesaba de acariciarle y divertirle con todo el repertorio de sus payasadas.

Se abre la puerta y á la luz del velón se ve al capitán, cuyo rostro pálido, demudado les dice bien claramente lo que había acaecido. El perro se arroja á acariciarle y cae al suelo accidentado por vejez y exceso de alegría. Don Félix, sin pronunciar palabra, entra en el portal y sube al salón. Nadie osa preguntarle, pero D.ª Robustiana y todas sus comadres estallan en sollozos.

Y con la mayor inocencia se acercó á él y le puso la mano encima para acariciarle. El neurasténico perro gruñó irritado. D. Félix volvió la cabeza y dijo: No tengas miedo, que no hace nada. Entonces la zagala, más por obedecer á D. Félix que por deseos de seguir acariciándole, volvió á pasarle la mano sobre la cabeza.

A no haber Muñoz abandonado tan precipitadamente la casa de Charito, habría comprendido lo infundado de sus celos. Porque cuando Adriana advirtió que Castilla se tomaba tontamente la libertad de acariciarle la mano, en seguida, dejándole plantado en medio de la sala, buscó a Muñoz.

Extendió luego la mano sobre su cabeza abatida y se puso a acariciarle, muy suavemente, como se acaricia a una criatura que llora. Le rozó con los dedos la frente, los párpados cerrados, parecía a punto de acercarle los labios. Pero hacía todo con actitud tan espontánea, tan natural, que Charito no se sorprendió. Y el sentimiento de Lucía no era sólo de lástima.