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Dos hombres en una lancha recorrieron con un largo remo el fondo, sin dar con el cuerpo del desgraciado joven. Al cabo tropezaron con él. Se trajo un gancho, y tirando lo sacaron a flote en el mismo momento en que don Melchor, demudado, convulso, sin sombrero, llegaba al muelle, noticioso del terrible lance. ¡Hijo de mi alma! gritó el pobre anciano al ver sobre el agua el cadáver de su sobrino.

Habían llegado a un cerro desde donde se divisaba gran extensión de tierra, cuando de pronto Pateta, extendiendo un brazo para señalar lo que creía descubrir en una hondonada, a larga distancia, dijo, con el rostro demudado: ¡Mecachis! chico, ¿qué es aquello? ¡Gente! repuso lívido el castellano viejo. Son dos a caballo y muchos más a pie. ¿Qué hacemos? Volver pies atrás.

Don Diego repuso Ramiro con el rostro demudado es gran caballero y no pudo ser jamás aleve ni traidor como dice vuesa merced. Pues yo repito replicó de mala manera el lectoral, mostrando los dientes y golpeando dos veces en la mesa con el puño que don Diego es traidor y cobarde. ¡Y yo digo que miente vuesa merced! gritó Ramiro, ebrio de cólera.

¿Y os persiguió también ese hombre? dijo con la voz alterada y demudado el semblante Miguel.

Segismundo fue el primero que penetró en la estancia, sin miedo alguno, y vio a Maxi en un rincón, hecho un ovillo, con más apariencias de imbecilidad que de furia, demudado el rostro y las ropas en desorden.

Cuando Carmen hubo desaparecido, dirigiose precipitadamente al armario, y abrió. Miguel salió a rastras del fondo con el semblante pálido, descompuesto, completamente demudado. ¿Qué te pasa? preguntó con sobresalto Lucía. ¡Que me ahogo! ¡Corre a la alcoba... métete debajo de la cama! El joven se apresuró a cumplir la orden, y al instante apareció de nuevo la doncella.

Cecilia entonces arrastró al Duque con fuerza hacia uno de los divanes, y le dijo: Siéntese usted. El magnate la miró demudado, y preguntó: ¿Para qué? ¡Siéntese usted, le digo! pronunció con rabia la joven, y al mismo tiempo, poniéndole las manos sobre los hombros, le empujó hacia abajo. El Duque se sentó al fin.

Se aparta de allí, corre como si la persiguieran, se mete por el bosque y, cuando se encuentra en paraje solitario, se sienta al pie de un árbol y apoya en su tronco la cabeza. El rostro triste y demudado, los ojos extáticos, las manos cruzadas sosteniendo una rodilla, expresa su actitud una agonía desesperada y muda. Llegó la hora de comer.

Se abre la puerta y á la luz del velón se ve al capitán, cuyo rostro pálido, demudado les dice bien claramente lo que había acaecido. El perro se arroja á acariciarle y cae al suelo accidentado por vejez y exceso de alegría. Don Félix, sin pronunciar palabra, entra en el portal y sube al salón. Nadie osa preguntarle, pero D.ª Robustiana y todas sus comadres estallan en sollozos.

Aprovechando la ausencia de su marido, declarole Rosalía con tanto énfasis como sinceridad su apuro, y el bueno de Gonzalo la tranquilizó al momento. ¡Qué pronto volvieron las rosas, para hablar a lo poético, al demudado rostro de la dama!... Felizmente, Torres tenía en su poder una cantidad que era de Mompous y Bruil; pero sin cuidado ninguno podía dilatar la entrega un mes.