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Actualizado: 12 de junio de 2025


En torno de ella percibíanse grandes jirones de espuma que crecían y menguaban alternativamente ciñéndola de un blanco cinturón de encaje. El viento soplaba recio, pero franco y benigno, porque tenía espacio donde extenderse. Las tres falúas con las velas desplegadas cortaban el agua una en pos de otra como otras tantas gaviotas que se persiguieran.

Abrevié la despedida cuanto pude, condensando mis expresiones de cordial agradecimiento hasta la avaricia, por temor a los lujos verbosos de la hermana de Neluco, que en lo más nimio hallaban causa para desbordarse; cabalgué de prisa deslizando en la mano del chicuelo que me tenía el estribo una moneda de plata sin que lo viera su madre, dádiva que le llenó de asombro y de zozobra hasta enrojecerle la cara y dejarle tambaleándose, por lo que le costó mucho trabajo abrirme la portalada; y en cuanto la vi de par en par, pagué con una sonrisa y una sombrerada los últimos ofrecimientos de la inagotable matrona; salí a la brañuca de afuera oyendo las despedidas de adentro «hasta la tarde»; piqué sin compasión al jamelgo, y tomé el camino río abajo como si me persiguieran lobos de rabia.

Además, como se preparaba para larga peregrinación, aunque sin saber adonde, y como a pesar de que pensaba a menudo en el suicidio no pensó en que fuese por hambre, ya que en medio de sus mayores pesares y quebrantos nunca había perdido el apetito, tomó sus alforjas, colocó en ellas alguna ropa blanca y los víveres que pudo hallar, se las echó al hombro y se puso en camino, a paso redoblado, casi corriendo, como si enemigos invisibles le persiguieran.

Un hombre salió de la trastienda con paso acelerado, como si le persiguieran. ¡Don Eugenio! exclamaron los dependientes . ¿Adonde va usted...? Dejadme, muchachos. Ya me ha dicho el señor de arriba que no me marche.... Pero primero me matan que me quedo. Yo no puedo seguir aquí... ésta no es mi casa.... ¡Dejadme pasar...! ¡Abrid la puerta...!

Llegado apenas al segundo salmo, acabó él de arroparse y gritándome que procurase conducirme cual cuadraba á un piadoso fraile, apretó á correr camino arriba como si lo persiguieran los demonios.

Se oyó un estrépito formidable; y no quedó nada, lo que se llama nada, sobre la mesa, porque los cinco palos fueron a estrellarse en la cara de Maravillas; la bola de Leto saltó tras ellos, con diferente rumbo por suerte de Tinito el sabio; y las otras dos, por haber chocado la del Ayudante con el mingo que estaba en cabaña, desaparecieron en las troneras, después de rebotar unos instantes de baranda en baranda, como si las persiguieran centellas.

Estaba el hombre fuera de , delirante; y sin echar de ver que la vieja se había largado á buen paso de la habitación, siguió hablando como si delante la tuviera. «Espantajo, madre de las telarañas, si te cojo, verás.... ¡Desacreditarme asíIba de una parte á otra en la estrecha alcoba, y de ésta al gabinete, cual si le persiguieran sombras; daba cabezadas contra la pared, algunas tan fuertes que resonaban en toda la casa.

Pero no quiero desear á los malos su ventura; pues aunque siendo perverso, las gentes no me envidiáran i persiguieran, entonces yo dentro de hablaria mal de mis acciones, i yo mismo seria mi mayor contrario, teniendo el pesar de que este nuevo censurador de mis torcidos pasos caminaba ajustado á la verdad, cuando en los que me son adversos no encuentro hoi mas que el engaño, i los rencores de la envidia.

Se aparta de allí, corre como si la persiguieran, se mete por el bosque y, cuando se encuentra en paraje solitario, se sienta al pie de un árbol y apoya en su tronco la cabeza. El rostro triste y demudado, los ojos extáticos, las manos cruzadas sosteniendo una rodilla, expresa su actitud una agonía desesperada y muda. Llegó la hora de comer.

De tal modo arreciaron la metralla y la fusilería enemiga, que casi toda la primera fila del valiente regimiento de Órdenes cayó, cual si una gigantesca hoz la segara. Pero sobre los cuerpos palpitantes de la primera fila pasó la segunda, continuando el fuego. Como si los tiros franceses persiguieran con inteligente saña las charreteras, el regimiento vió desaparecer a muchos de sus oficiales.

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