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Por lo mismo que su hijastra había sido siempre fría y altanera con todos, menos con ella, jamás había dudado de la sinceridad de su cariño. Estaba con él satisfecha y orgullosa. Le bastaba para compensarle de la indiferencia despreciativa que observaba en cuantos se acercaban a ella. La horrible sospecha que a viva fuerza había penetrado en su corazón lo llenaba de amargura.

Claudio señaló un retrato que había en la habitación; y al hacer su juramento, tenían sus palabras tal entonación de sinceridad, que Lázaro no pudo contestar lo que un momento antes pensaba. Sin embargo dijo Lázaro, que creía que aquella declaración no podía satisfacerle, yo quiero que usted me alguna prueba positiva. Usted comprenderá que en estos asuntos no basta, no puede bastar la palabra.

Si no fuese verdad lo que me dice ahora, si esas palabras, que me parece oír soñando, fuesen como aquellas cartas que usted desmentía siempre, después de escribirlas... o si no está segura de hablarme con sinceridad, como lo asegura, yo le pido, yo la conjuro... No, un golpe más yo no podría soportarlo.

Paz, en apariencia frívola, a semejanza de todo el que no ha sufrido, pero muy lista, se persuadió pronto de que amaba, porque su pensamiento, lejos de amedrentarse ante las contrariedades que podía el amor ocasionarla, se fijó exclusivamente en el dolor del hombre a quien quería. La primer muestra de pasión verdadera, fue la sinceridad con que le habló.

Cuando las observaciones que dejo hechas no se estimen oportunas al fin que me he propuesto, al menos espero que se reciban como unos sentimientos de sinceridad, y deseos del bien general de la provincia y estado, cuya felicidad he procurado siempre con el mayor anhelo, y por todos los medios posibles.

Pero ese pedazo de conversación que oímos al paso y en que suena nuestro nombre, esa carta anónima que nos felicita, ese lector entusiasta como este Bellver que estrecha rápidamente nuestra mano con efusión, con sinceridad, y luego se marcha... todo esto, ¡qué grato es y cómo compensa del trabajo rudo y las tristezas!

Pasó mi brazo bajo el suyo y me llevó hacia un lado. No poeta, pero enamorado de ti, prima. Escúchame bien: te amo con toda la sinceridad de mi corazón. Saboreé la dulzura de esta frase y la de la mirada que la acompañaba, pensando que era una suerte que los hombres fueran inconstantes.

Quedó la mujer en curiosa contemplación de la imagen borrosa, enrojecida por las luces. No conocía a esta Virgen, pero debía ser dulce y bondadosa como la de Sevilla, a la que tantas veces había suplicado. Además, era la Virgen de los toreros, la que escuchaba sus oraciones de última hora, cuando el cercano peligro daba a los hombres rudos una sinceridad piadosa.

Procure usted, señor don Marcelo añadió en tono de la mayor sinceridad , que la mujer elegida para compartir con usted el señorío de esta casa, se considere muy honrada y gananciosa en ello: con esto basta, y no dude que las de esta condición abundan a nuestro alcance.

»Me pregunta usted, Antonia, qué me pasa... ¿Qué quiere que yo le diga? ¿Debo entristecer con mis penas un corazón que con toda sinceridad se rebela abiertamente contra la soledad que le hiela y manifiesta deseos de compartir la vida de otro corazón que sienta lo que siente él?