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«¿Conque nombre y posición? dijo ; gracias, gracias; es usted muy bueno. ¿Conque no puedo con mi nombre y quiere usted que tome otro sobre ? ¡Qué puño!... Si pudiera desbautizarme y no oír más con estas orejas el nombre de Isidora, lo haría... Me aborrezco; quiero concluir, ser anónima, llamarme con el nombre que se me antoje, no dar cuenta a nadie de mis acciones. ¡Isidora!...

A la salida recibí numerosas felicitaciones de todos los amigos y de muchos desconocidos. Luciana estaba radiante y se unía a , muy orgullosa, como si ya le perteneciera mi éxito, y esa cándida vanidad me complacía, a pesar del veneno de la víbora anónima que sentía correr por mis venas. Acaso no disimulé bien, pues me pareció inquieta en el momento de separarnos.

La condesa no se aturdió tampoco; con la exquisita distinción de la gran señora de raza, que tan en alto grado poseía, y el aplomo de la mujer de mundo que encuentra reparos para todos los apuros, y salida para todos los laberintos, y palabras para todas las situaciones, expuso a la dama anónima el objeto de su visita.

»Multitud de pensamientos encontrados, y todos tristísimos, cruzaban por mi mente; pasaban y volvían con persistencia cruel. »Por un breve momento insistí en imaginar aún que podría ser calumnia la delación anónima, pero pronto huyó de esta idea consoladora. Es la única que no ha vuelto.

La misma idea se repite en La dama corregidor, de dos ingenios, y en la comedia anónima La mujer juez de su marido. Están en las obras de D. Jerónimo Cáncer: Madrid, 1651, reimpresas en Lisboa en 1659.

Despejósele completamente el cerebro, y con viveza suma hizo pedazos la epístola anónima. Los blancos fragmentos revolotearon un instante, como voladoras falenas, y cayeron sordamente en el agua, que chapoteaba contra el muro del embarcadero. Ensayo sobre la literatura dramática revolucionaria No hay remedio, esto se va y lo otro avanza a galope. ¿Cuándo se retira Amadeo? ¿Hoy? ¿Mañana?

El vaquero Emperador, anónima, licencia de 1672. Pachecos y Palomeques, de D. José Antonio García de Prado, licencia de 1674. El mejor maestro Amor, de D. Manuel González de Torres, licencia de 1683. Amar sin favorecer, de Román Montero, 1660. Casarse sin hablarse, anónima, licencia de 1641. Vida y muerte de San Blas, de Francisco de Soto, licencia de 1641.

Aquella carta antes de quemarse decía: «Excelentísimo señor conde de Lemos: Vuestra esposa, ignorando que habéis sido perdonado de vuestro destierro con el rey, pone en vuestro lugar un amante, y se solaza con él en vuestra hacienda del ríoEsta carta no tenía fecha y era anónima. DE CÓMO EL INTER

»Todo Madrid lo sabe y sin duda lo dice. Yo seguiría ignorándolo, si una delación anónima no hubiese venido a dar luz a mi entendimiento. »Era una deshonra. Pasaba yo por un marido sufrido y consentido. Me alegraría de seguir en el engaño y de ser el ludibrio de las gentes con tal de no perder la fe en ella, con tal de creer que me ama todavía.

Después de mucho batallar con este pensamiento, no arriesgándose a hacer la confesión de palabra ni a escribirla bajo su firma, remitió a D. Pedro, disfrazando la letra, una carta anónima. «La niña que usted ha recogido hace seis años es hija de su esposa y de un caballero que frecuenta su casa y a quien usted llama su amigo. No le digo a usted el nombre.