United States or Aruba ? Vote for the TOP Country of the Week !


Allí se improvisaban los noviazgos, y del salón amarillo habían salido muchos matrimonios in extremis, como decía Paquito creyendo que in extremis significaba una cosa muy divertida. Pero lo que salía más veces, era asunto para la crónica escandalosa. Se respetaba la casa del Marqués, pero se despellejaba a los tertulios.

Entre aquellos dos niños el uno grande y el otro chico nació súbitamente una tierna simpatía. Cuando la niñera quiso tomarle de nuevo en brazos Paquito se resistió fuertemente, persistiendo en agarrarse al cuello del marqués, que entusiasmado con tal preferencia no cesaba de acariciarle y divertirle con todo el repertorio de sus payasadas.

Cúreme el tal Golfín, y que me deje en los puros cueros...». Discurriose luego sobre si iría el enfermo a la consulta o harían venir a casa al oculista, decidiéndose Bringas por lo primero, que era lo más barato. «Paquito y yo nos metemos en un coche, y allá...». No, que no estás para salir a la calle.

Pocas veces se había sentido mi amigo Bringas tan nervioso como en los ratos que precedieron a la llegada de la cuenta de Golfín. A eso de las diez del día 3, mandó a Paquito con un recado verbal, suplicando al doctor le remitiese sin tardanza la nota de los honorarios de su asistencia médica, y serían las once y media cuando el joven regresó a la casa, trayendo una carta.

Casi le da al buen señor un ataque apoplético el día 29 cuando se supo en Madrid lo de Alcolea. Madrid se pronunciaba también. Llevó la noticia Paquito, que había pasado por la Puerta del Sol y visto mucha gente... Un general arengaba a la muchedumbre, y otro se quitaba las hombreras del uniforme. Después de esto, la gente corría por las calles con más señales de júbilo que de pánico.

Esa misma tarde, Jacobo se encontró con Paco, y le observó, sin subterfugios ni preámbulos: Paquito querido, no hay en ti miga para un don Juan. No te hagas inútiles ilusiones. Es hora ya de que busques una buena niña y te cases, dejando de correr detrás de Curra. Curra se ha burlado siempre de ti, ¡y se burlará mientras viva! En todas partes se habla de tu impermeabilidad y loca obstinación.

D. Manuel; pero me parece que estamos mejor a oscuras... Paquito, abre toda la ventana. Que entre el aire, aire, aire...». Poco después, Bringas, cansado de oír las anécdotas universitarias que su hijito le contaba, dijo en voz alta: «Sr. de Pez... ¿No está?». «No está» observó Paquito. ¡Rosalía! ¡Mamá! gritó el joven llamando. Poco después apareció Rosalía.

La experiencia del uno hacía contrapeso a la natural irreflexión y fogosidad del otro. Algo debía de sufrir con ello el veterano sabueso. Cuando Paquito se ponía guasón lo era de todas veras: le tiraba bárbaramente de las orejas, le tapaba el hocico y hasta llegaba en ocasiones ¡oh sutil refinamiento de crueldad! a meterle los dedos por los ojos.

También Paquito se arrojaba intrépido a las ondas de aquellos pequeños mares sucios, metidos entre esteras, y nadaba que era un primor, de pie sobre el fondo. A Alfonsín era preciso pegarle para hacerle salir, y la niña no entraba sino a la fuerza. Regresaban los cinco lentamente, los pequeños con apetito de avestruces, D. Francisco muy contento y también con propósitos de no desairar el almuerzo.

Paquito de Asís bajó, contra la opinión de su padre, que temía cualquier catástrofe inesperada, y a la media hora subió contando lo que ocurría. «Abajo hay una guardia de paisanos». ¿Con armas? , de las que cogieron esta tarde en el Parque... Pero es gente pacífica. Unos llevan sombrero, otros gorra, este montera y aquel boina. Parece que están de broma.