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Tan funestos se han considerado siempre los tifones y tan frecuente su desarrollo en los mares de China y parte del Pacífico en los meses de Agosto, Setiembre y Octubre, que constituyen el trimestre del cambio de los equinoccios que antiguamente no se admitía por las casas aseguradoras ningún riesgo, marítimo en expediciones para dichos mares y en tales meses.

Carolina mostró de su saquito un paquete de aspecto sospechoso. Todo está corriente. Chicas, en marcha. Póngalo en la cuenta añadió saludando con la cabeza a la huéspeda, mientras se adelantaban hacia la puerta. Le pagaré cuando llegue el trimestre a mi poder. No, Catalina repuso Carolina, sacando su portamonedas, déjame pagar, me toca a .

De trimestre en trimestre se alzaba, más temible, hinchándose más desmesuradamente ante sus ojos llenos de angustia, y dispuesta a precipitarse sobre él, a aplastarlo con el peso de su mole gigantesca. Así se había arrastrado su vida de plazo en plazo, como la de un condenado, desde el día solemne que fue alegremente celebrado y rociado con vino y con champaña en El Águila Negra.

Le dijo la hora y ofreció otra vez el café, todo sonriendo con cierta coquetería, contenida por la expresión de piedad que allí era la librea. ¿Y madre? Duerme. Se acostó muy tarde. Como están con las cuentas del trimestre.... Bien; tráeme el café, hija mía.

Lo primero que se me ocurrió fue averiguar quién era la tal Clarita, y como en su carta le encargaba al mío que fuese a ver al dueño de su casa para pagarle un trimestre, indicándole dónde vive ese señor, fui allá esta mañana, después de oír misa, y supe que la tal inquilina está en la calle del Puerto, en un entresuelito que le han ido pagando en diferentes épocas otros señores de la Bolsa tan imbéciles como mi Antonio.

La administración se reducía á tomar las cuentas cada trimestre á dos colonos que cultivaban aquellas heredades. Ellas no eran niñas. La hermana del Marqués, llamada doña María de la Paz Jesús, pasaba un poquito más allá de los cincuenta, aunque se conservaba muy bien. Esta doña Paulita era una santa. Vivían humildemente, casi pobremente; pero con mucho arreglo.

En fin, la última vez que estuvieron los dos, el joven le dijo al viejo aquí en el portal: «no importa nada; total, un trimestre de alquiler y los muebles, que como son pocos y buenos no estorban; la semana que viene me los llevaré a mi casa y servirán para renovar el gabinete..., o por si algún día me caso

Rosalía, que sabía de lógica más que la marquesa, díjole que por qué no escribía a su administrador de Almendralejo para que le anticipase la renta del trimestre, aunque fuera con descuento.

Hallé á la señorita Helouin sola en el castillo. Le llevaba un trimestre de su pensión; pues si bien por mis funciones soy, en general, completamente extraño al orden y disciplina interiores de la casa, las señoras han deseado, sin duda por miramientos á la señorita Carolina y á , que sus sueldos y los míos sean excepcionalmente pagados por mismo.

Yo, por ejemplo... verbigracia, yo». Entrole una risa convulsiva. «¿Y de qué te ríes, pánfila? se dijo a misma . Más honrada eres que el sol, porque no has querido ni quieres más que a uno. ¿Pero estas... estas?... Ja ja ja. Cada trimestre hombre nuevo, y virtuosa me soy. ¿Por qué?