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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Fortunata sintió ruido en la puerta y esta voz: «¿Se puede?». «Pase usted, D. Segismundo» dijo reconociendo al regente de la botica. Y entró el tal con cara risueña y actitud oficiosa, como de persona que cree ser útil. Estaba la joven incorporada en su lecho, con chambra y pañuelo a la cabeza. «¡Qué reguapa está! pensaba Ballester al saludarla, apretándole mucho la mano . ¡Lástima de mujer!».
¿Qué es de tu vida, Manolo?... ¡Hace un siglo que no te veo!... ¿Por qué no vienes á casa? le dijo con la sonrisa en los labios, apretándole afectuosamente la mano. Pero después de haber soltado tales palabras se hizo cargo de su imprudencia y se puso roja como una cereza. Ando bastante ocupado con un asuntillo que me ha encomendado mi madre... El jueves me voy á Medina. ¿Para volver?
Y así, no tan maduro como presuroso, fuí donde estaba el caballo, y subí en él sin poner el pie en el estribo, pues no le tenía, y arremetí con él, sin que el freno fuese parte para detenerle, y llegué a la punta de una peña que sobre la mar pendía, y, apretándole de nuevo las piernas, con tan mal grado suyo como gusto mío, le hice volar por el aire y dar con entrambos en la profundidad del mar; y en la mitad del vuelo me acordé que, pues el mar estaba helado, me había de hacer pedazos con el golpe, y tuve mi muerte y la suya por cierta.
Al llegar a la esquina de la calle de la Montera, Hojeda volvió en sí de pronto y dijo en el tono afectuoso y humilde que le caracterizaba. ¡Buena matraca te he dado, Miguelito! Perdona a este viejo chocho y vete con Dios a descansar, que aquí nos separamos. Miguel se despidió de él apretándole con efusión la mano.
Cinco verdugones rojos en la mejilla de Sabel contaban bien a las claras cómo había sido derribada la intrépida bailadora. ¡La cena he dicho! repitió brutalmente don Pedro. Sin contestar, pero no sin gemir, dirigióse la muchacha hacia el rincón donde hipaba el niño, y le tomó en brazos, apretándole mucho. El angelote seguía llorando a moco y baba.
Al cabo dijo: ¡Quién sabe! ¡quién sabe! El mundo da muchas vueltas. Para mí no dará más que una... ¡La vuelta final! ¡Calla, calla! exclamó él riendo y tapándole la boca. No puedes deshacerte de esas ideas lúgubres y románticas, porque tienes el cerebro atestado de folletines. Porque lo tengo lleno de tu amor y temo perderlo manifestó ella, apretándole á su vez con pasión.
El círculo en que le tenían se estrechaba cada vez más; el desdichado joven vió cien manos sobre su cuerpo; se sintió cogido, como si una culebra se le enroscara echándole fuertes nudos y apretándole en sus robustos anillos. El vocerío, el calor, la angustia, la vergüenza, le aturdieron hasta el punto de hacerle perder la claridad del conocimiento.
Perdóneme usted en gracia del motivo respondió el joven apretándole la mano con naturalidad y afectuosa simpatía que lograron interesar a la dama. Pero no lo demostró. Al contrario, se puso más seria y emprendió la marcha hacía la sala. Raimundo la siguió.
La pobre criatura le paga aquella defensa con una mirada cariñosa de sus ojos húmedos, apretándole al mismo tiempo la mano.
Y por el rostro de aquel hombre, que no parecía sensible más que a los cheques y talones, rodaban dos gruesas lágrimas. Reynoso se alzó y tambaleándose como un beodo salió de la taberna seguido de sus amigos. Cuando estuvieron en la calle se volvió hacia su cuñado y apretándole la mano dijo: ¡Tienes razón, Tristán, la vida es un asco!
Palabra del Dia
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