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Actualizado: 8 de junio de 2025
Su religion se fundaba en la creencia de un ser protector de todas las cosas, llamado Idaapa, y de un genio maléfico, autor de todas las desgracias, llamado Mainajé. Admitian estos indios la inmortalidad del alma; y como los Itonamas, creian deber impedir que la muerte se escapase del cuerpo de un agonizante, tapándole bien la boca y la nariz.
El echose sobre ella, arrollándola al pie del parapeto y tapándole la boca con el manto para ahogar sus gemidos. Buscó su daga, y ya iba a desenvainarla, cuando un instinto rápido le contuvo. ¡Una correa!, ¡un cordel! ¿Dónde? Algo que pudiera anudarse. Intentó locamente desprenderse el cinturón, las ligas, los tirantes de la espada, el mismo cintillo del sombrero.
Y ya un tanto apagado su ardor y calmados sus impulsos ascéticos, despidiose de ella, pasando a recogerse a su alcoba. Te conozco, Ricardo, déjame. Ricardo callaba. Vamos, déjame; mira que necesito concluir pronto para llevar el caldo a mamá. El joven seguía tapándole los ojos por detrás sin decir una palabra. Por Dios me dejes, Ricardo... Ya no tiene gracia, después de haberte conocido...
Adiós, Lagos... es una suerte que se haya usted enamorado de Adriana... y yo de otro. Porque si no sería usted capaz de gustarme... Y reía deliciosamente, en tanto que Charito, tapándole la boca para que no prosiguiera, la reprendía en voz baja. Te pareces a Adriana; en esto son las dos igualitas.
Buscaba asuntos de conversación, y en todos se perdía. Venturita apenas le contestaba mirándole de reojo, con una expresión entre burlona y apasionada. Mira, ¡calla, calla! Estás diciendo muchas tonterías... Calla, y dame un beso concluyó por decirle riendo, y tapándole la boca con su primorosa mano. Gonzalo se puso colorado, y la abrazó con frenesí.
Al fin repuso: Ya no sé si es malo ó bueno lo que estamos haciendo. Tú dices que es malo, y lo será. De lo que estoy seguro es de que si dejas de quererme iré para el infierno irremisiblemente... Y en último resultado, faltándome tu amor, el cielo y el infierno son iguales para mí... ¡Calla, calla! exclamó ella tapándole la boca con una de sus manos. ¡No digas blasfemias!
Al cabo dijo: ¡Quién sabe! ¡quién sabe! El mundo da muchas vueltas. Para mí no dará más que una... ¡La vuelta final! ¡Calla, calla! exclamó él riendo y tapándole la boca. No puedes deshacerte de esas ideas lúgubres y románticas, porque tienes el cerebro atestado de folletines. Porque lo tengo lleno de tu amor y temo perderlo manifestó ella, apretándole á su vez con pasión.
¡Hija de mi alma! ¡Yo que hubiera dado mi vida por verte feliz! ¡Qué ciegos hemos estado, lo mismo tu padre que yo, al entregarte a ese hombre! ¡Mi padre! ¡Otro que tal! ¡Un hombre que no ha sabido jamás que tiene en casa una santa a quien debía adorar de rodillas! La verdad es que cuando pienso.... ¡Calla, calla: es tu padre! exclamó la duquesa tapándole la boca con la mano . Yo soy feliz.
Pero no, en América, no; hay fiebre amarilla... Preferiría ir a China. A medida que hablaba se iba exaltando, se emborrachaba con sus propias palabras. Los pensamientos salían cada vez más incoherentes. D. Santos trató de decir algo, pero se lo impidió ella tapándole la boca con la mano. Déjame hablar, hombre. ¿Te lo quieres decir todo tú? El indiano empezó a inquietarse.
Palabra del Dia
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