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Y entonces ya verá usted que sospechó mal... Si "eso" fuera cierto, ¿se imagina que yo se lo hubiera dejado adivinar nunca? ¿Adivinar que usted pudiera quererme? Laura, sorprendida por la inesperada pregunta, bajó los ojos y se puso a reír; sus mejillas se habían coloreado. "Eso" sería un secreto mío que no podría sospechar usted nunca, suponiendo que fuese cierto. ¿Y no es cierto?

Vamos a ver, cualquiera en mi caso ¿no pensaría que íbamos a entrar en el terreno de la formalidad?... Pues nada, a los dos días voy por allá; intento hablarle aparte en calidad de novio y me da un bufido que me dejó helado.... Y así estoy. Ni si me quiere o si deja de quererme, ni tengo tranquilidad para dedicarme a mis quehaceres ni hago otra cosa que pensar en esa maldita chiquilla.

Nuestra situación... No se trata ahora de eso: como vivís, y no me ofenderás suponiendo que yo me haya podido fijar en si tenéis o no tenéis. Leocadia, puedo decirlo sin vanagloriarme... yo la quiero, ¿eh? pero ella, vamos, me parece a que también daba señales de quererme; y digo daba... me decías que si estaba yo de monos con la otra, y ahora resulta... Esas son cosas vuestras.

El Barón casi dejó de admirarme como hermosa, a fin de quererme, de atenderme y de servirme como buena. No soy yo alegre y regocijada por mera y espontánea energía de mi espíritu. Lo he sido y lo soy también porque me impongo, porque me decreto la alegría. Las cosas no pueden estar mejor de lo que están. Me parecería ingratitud para con Dios, si yo me quejase.

Y ahora que me conoces dijo con una lentitud dolorosa , ¡márchate!... no puedes quererme; soy una espía como dices: un ser despreciable... que no puedes seguir amándome después de lo que te he revelado. Aléjate en tu buque, como los héroes de las leyendas; ya no nos veremos más. Todo lo nuestro habrá sido un hermoso ensueño... Déjame sola.

Quedó en ir a la mañana siguiente a invitar a Gloria y en avisarme por medio de carta el día y hora de la excursión y, en general, todo lo que sucediese. Mis esperanzas, tan pronto vivas como muertas, renacieron ahora más frescas y lozanas que nunca. Parecíame imposible que, dejándome un rato a solas con mi ex novia, no la conmoviese y redujese a quererme otra vez. Tal fe tenía en mi elocuencia.

¡Oh! no tengo tanto empeño en ir sola replicó tratando de convencerme. Lo que yo objeto es la necedad de quererme impedir que viaje sola como cualquiera otra joven lo hace. Si una doncella tiene la libertad de hacer sola un viaje por ferrocarril, ¿por qué no puedo yo hacerlo también? Porque usted tiene que respetar las conveniencias de sociedad, y una sirvienta no necesita eso.

No me disparo porque esa mujer u otra cualquiera deje de quererme o prefiera a otro, entiéndalo usted bien. Es muy libre de hacerlo. Lo que no tolero es lo que usted ha hecho, con bien poca delicadeza por cierto..., preparar una escena tan fea y vergonzosa con el solo propósito de humillarme.

Pero como Elena esperaba desde mucho antes este ataque, le fué fácil repelerlo avanzando sus dos manos enérgicamente, á la vez que decía: Eso equivale á quererme hacer pagar el alquiler de la casa, como un vil comerciante. En tal caso, ya no hay regalo. ¡Y yo que le creía á usted un gentleman!... Sintió cierta lástima al darse cuenta de la confusión de Pirovani.

Presentando ante mi vista, en larga serie de cuadros, la primera y alegre francachela con el Rey, mi furioso ataque con la mesita de hierro en el cenador, la noche en el foso, la persecución por el bosque; amigos y enemigos, los que aprendieron a respetarme y quererme y los que procuraron arrancarme la vida.