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Me asombro de mi necedad. ¡Oh! Mi hijo no puede casarse con tal chiquilla... La condesa la reclama, la llama su hija, desbarata la admirable trama de la familia para asegurar el porvenir de la hija y poner un velo al deshonor de la madre. La condesa la reclama... ¿Qué nombre llevará?

Pero... pero te vi... continuó Artegui . Te vi por casualidad, y por azar también, y sin que de dependiese, estuve a tu lado algún tiempo, respiré tu aliento, y sin querer... sin querer... comprendí que.... No quise confesarme a mismo tu victoria, ni la conocí hasta que te dejé en ajenos brazos.... ¡Oh! ¡Cómo maldije mi necedad en no haberte llevado conmigo entonces!

En vano os empeñariais en combatirla ni aun en el hombre mas rudo; él no sabria tal vez qué responderos, pero menearia la cabeza, y diria para : «este filósofo que cree en la posibilidad de tales despropósitos, no debe de estar muy sano de juicioCuando la naturaleza habla en el fondo de nuestra alma con voz tan clara y tono tan decisivo, es necedad el no escucharla.

Una viva terrible inquietud se apoderó de su espíritu. La escapatoria le iba pareciendo una ligereza cada vez más imperdonable. Aquella muchacha, ni tenía verdadera vocación de monja, ni llevaba trazas de tenerla jamás. Era un temperamento frívolo, malicioso, arrebatado, capaz de cualquier atrocidad. ¡Qué necedad la de haber cedido a sus instancias!

Pasmado estoy de que un hombre como yo, jamás inclinado a fantasías ni figuraciones, haya estado por tanto tiempo... y a propósito de tiempo.... ¿en qué día vivimos? Vuelvo del país de la necedad, donde no rigen almanaques. Salvador le dijo la fecha, y Navarro prosiguió: No se han borrado de mi mente estos días tristes, pero la noción que tengo de ellos es muy oscura.

No necesitas decirme nada, porque, como si hubiera estado yo escondidita detrás de una cortina, todo lo que hablasteis... ¿A que no me equivoco? Pues te dijo que lo que a me pasa es por mi maldita costumbre de no llevar cuentas. No hay quien le apee de esa necedad.

El señor Cifuentes acompañó hasta la puerta a la aristocrática pareja, con sus manos siempre metidas en las mangas, y al verla desaparecer en el coche, permitióse murmurar del sobrino de su tío y de su tío mismo, diciendo para su sotana: ¡Exacta alegoría del mundo!... La necedad amparando al vicio.

Sólo sabía, por su mal, que había sido un escándalo que apenas se pudo sofocar antes que fuera tarde. A De Pas le repugnaban tales recuerdos. Eran cosas de la juventud. ¡Qué necedad temer que él volviese a descuidarse ahora, a los treinta y cinco años! Entonces, en la época de la Brigadiera no tenía él experiencia, le halagaba la vanagloria, le seducía y mareaba el incienso de la adulación.

No le negó la delicia de anegarse en su mirada, y no trató de ocultar el efecto que en ella producía la de don Álvaro. Hablaron del caballo, del cementerio, de la tristeza del día, de la necedad de aburrirse todos de común acuerdo, de lo inhabitable que era Vetusta. Ana estaba locuaz, hasta se atrevió a decir lisonjas, que si directamente iban con el caballo también comprendían al jinete.

Quanto bueno tienen y enseñan la Física, Medicina y Ciencias Físico-Matemáticas, debe su intrínseco valor á la experiencia. Tengo, pues, por suma necedad negar aquello que consta por racional experiencia; y quando veo que algunos lo hacen, no puedo atribuirlo sino á que no distinguen la experiencia de los experimentos.