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La Literatura, su ejercicio y sus fines, eran á la sazón objetos de poca monta para . En esa época no tenía por los libros interés alguno. La naturaleza excepto la humana la naturaleza visible en cielo y tierra, puede decirse que no existía para mis ojos; y toda aquella delicia con que la imaginación la había idealizado en otros tiempos, se había desvanecido en mi espíritu.

En cambio se hablaba con delicia de los países lejanos y de la inviolable paz de los claustros. No faltaba, sin embargo quien amase, de veras, al Monarca, sintiendo triunfar o sufrir en él su propio orgullo fanático; la mayoría, bajo la pavorosa coerción, acababa por encomiarle.

Como un descubrimiento saboreaba Emma la delicia de gozar con los tres sentidos a que en otro tiempo daba menos importancia, como fuentes de placer.

Oyó un vagido a sus espaldas y la voz de la tendera: ¡Al papá, Isidrito, al papá! ¡Hazle manos: salúdale! Quedó sobre sus rodillas aquel paquete de grasa infantil, en el que se marcaban apenas los ojos como dos gotitas negras. Olía a leche agria, a orines, a los fuertes sahumerios con que la nodriza pretendía ocultar sus hedores vitales. Maltrana aspiraba con delicia este perfume.

Vió el asunto perdido, al menos por aquel lado, y no quiso prolongar más el doble martirio. Don Fadrique inclinó la cabeza y salió de la sala harto apesadumbrado. Apenas se vió en la antesala, bajó la escalera, abrió la puerta del zaguán y se lanzó á la calle, respirando con delicia el ambiente, como quien se está ahogando y logra sacar la cabeza del agua en que se hallaba sumergido.

Marta abrió el armario, del cual se escapó el olor especial, fresco y penetrante de la ropa blanca. La niña lo aspiró algunos momentos con delicia mientras hacía hueco, trasladando las piezas de unos estantes a otros, a la nueva ropa que iba a introducir.

Le quitó los zapatos con dificultad y Bebé se ocupó inmediatamente con delicia del misterio de sus zapatitos, todavía nuevos para ella, invitando a Marner, con muchas carcajadas alegres y sofocadas, a que considerara él también el misterio. Los zapatos mojados le sugirieron, por fin, a Silas, la idea de que Bebé había caminado en la nieve.

La miramos con cara de muy inocentes y nunca llegará a sospechar nada. Oye; yo la miraré así, bien en los ojos; ¿se me conoce algo? Y siguió leyendo: "...me dominará la delicia de adorarlo. Tía lo ha invitado a pasar una temporada en la estancia, para el verano. El año pasado estuve allí.

Si va usted a estar aquí muchos días, pida usted que le den el cuarto que yo tengo, porque la vista del mar es una delicia... Yo me voy pasado mañana. El señor. Hombre, se lo agradezco a usted mucho. Y luego, dirigiéndose al encargado: ¿Hay inconveniente en que ocupe la habitación de este caballero? El de la fonda. Ninguno. ¿Qué más nos da?

Oír el agua que azota los cristales allá fuera, y estar compadeciéndose de un pobre niño perdido en los hielos... ¡qué delicia para un alma tierna, a su modo, como la de la señora Marquesa!