Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Se echaba sobre la nuca la blonda con que había cubierto su cabeza, desabrochaba su ligero gabán de viaje y aspiraba con delicia el airecillo húmedo y algo pegajoso que rizaba la superficie del río. Su mano se estremecía acariciando el agua. ¡Qué hermosa resultaba la escapatoria!
Roma, cansada de las luchas de Mario y de Sila, de patricios y plebeyos, se entregó con delicia a la dulce tiranía de Augusto, el primero que encabeza la lista execrable de los emperadores romanos.
Y el Magistral sonrió como un ángel, mientras aspiraba con delicia el perfume de rosa de Alejandría, que Ana sin resistencia había dejado en manos del clérigo. Ella se puso seria, quiso explicaciones. «Se le perseguía, se le calumniaba... tenía enemigos... y él sin decir nada a su amiga. ¡Estaba bueno!». Algo había oído ella mucho tiempo hacía, pero vagamente.
Mas notaba Emma, con una extraña delicia y cierta vanidad por lo que ella creía su espíritu singular, único, notaba una complacencia, como la de sentir cosquillas inaguantables capaces de ponerla enferma, en tolerar y hasta hurgar las flaquezas del prójimo, siquiera en algo la perjudicasen.
Y como si esto en vez de un placer, en vez de una gloria fuese para Petra una carga, un trabajo, el mejor mozo de Vetusta le pagaba el servicio con amores de señorito que eran los que ella había saboreado siempre con más delicia, por un instinto de señorío que siempre la había dominado. Pero además gozaba de otra venganza más suculenta que todas estas la endiablada moza. ¿Y el Magistral?
Me ocurre echarlas al fuego para entretenerme en ver las llamas que las devorarían en pocos minutos; pero me es imposible resistir al deseo de que sean conocidas estas memorias, escritas por un pobre muchacho, admirador incondicional de aquellos escritores gallardos y de aquellos poetas amables y sentidos que fueron delicia de nuestros padres.
Un día de procesión la ha tenido Fidel enfrente de sus ojos, durante tres horas, en el balcón de unas amigas, emancipada, sin velo en cuerpo gentil, vestida de claro, movible contenta, sonriente..... ¡Qué transfiguración! ¡Qué liberalidad! ¡Qué tesoros! ¡Qué delicia!
Y se puso a echar sus miguitas a los peces, hablándoles con el cariño y el mimo de una madre que acaricia a sus hijuelos... ¡Hola, tragoncillos! ¿Hay apetito?... Vamos, haya paz, que para todos hay... ¡Mira, mira, María, cómo abren el hociquito!... ¡Qué delicia! ¡Qué monada!
Ni uno solo de aquellos hombres que quedaban allá abajo le había hablado de amor, de amor cierto, ni se lo había inspirado. Repasando todos los años de la inútil juventud, recordaba, como la mayor delicia que pudiera cargarse al capítulo de amor tal vez, alguna mirada de algún desconocido en uno de aquellos paseos por las carreteras orladas de árboles poblados de gorriones y jilgueros.
Habiendo llegado á las cuatro de la tarde, tuvimos la triple delicia de contemplar ese tesoro á la luz de la tarde, desde la ribera, y á la de la luna y del alba desde los balcones del hotel. Desde el pié del collado en que nos hallábamos, sobre la orilla misma del rio, teníamos al frente un soberbio cuadro formado por la catarata y las riberas que le sirven de marco.
Palabra del Dia
Otros Mirando