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Actualizado: 2 de julio de 2025


Oyó un vagido a sus espaldas y la voz de la tendera: ¡Al papá, Isidrito, al papá! ¡Hazle manos: salúdale! Quedó sobre sus rodillas aquel paquete de grasa infantil, en el que se marcaban apenas los ojos como dos gotitas negras. Olía a leche agria, a orines, a los fuertes sahumerios con que la nodriza pretendía ocultar sus hedores vitales. Maltrana aspiraba con delicia este perfume.

La enferma, arrodillada ante el altar sin soltar los zapatos, mostrando por entre las faldas las plantas de los pies amoratadas y sangrientas por los arañazos de las piedras, repetía el estribillo al final de cada estrofa, implorando la protección de la Virgen. Su voz sonaba débil, triste, como un vagido de niño enfermo.

El marinero, con la ayuda de un muchacho, echaba su barca al agua. La vela, recogida, temblaba en lo alto del mástil. Jaime no aceptó la invitación. «¡Muchas gracias, tío VentoleraEste insistió con su vocecita, que llegaba a través del aire como el vagido lejano de una criatura. La tarde era buena: había cambiado el viento; en las cercanías del Vedrá iban a coger el pescado en abundancia.

La mecha de petróleo, consumida, carbonizada, atufaba la habitación, dejándola casi en tinieblas, cuando dos o tres gritos, no ya desfallecidos, sino, al contrario, grandes, potentes, victoriosos, conmovieron la habitación, y tras de ellos se oyó, perceptible y claro, un vagido. ¡Por fin llegó! Amparo descansa abismada en el reposo inefable de las primeras horas.

Nada de eso, señora respondió con bondad el cura; es el primer vagido de una personalidad que se ignora. ¡Singular vagido! dijo la abuela. En fin... a San Pablo y San Agustín se lo debemos añadió con rencor. Verdaderamente, no puedo digerir eso... , respondió el cura con condescendencia, ya lo digerirá usted. Ya verá, ya verá.

Después de todo, ese sér trágico, de historia tan extraña y romancesca, dio su primer vagido entre las coronas marchitas de una comedianta, la cual le dio vida bajo el imperio del más ardiente amor. La pobre artista había quedado huérfana desde muy tierna edad. Amaba el teatro, era inteligente y bella, y de esa dulce gracia nació el pálido y melancólico visionario que dio al arte un mundo nuevo.

Palabra del Dia

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