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Toda esta máquina se mueve por medio de un propulsor que sale de los sistemas conocidas de la hélice y de las ruedas laterales; las ruedas van atrás del buque, girando sobre un eje fijo a un metro de la popa: así, el barco concluye, en su parte posterior, en una pared lisa, perpendicular a las aguas, donde éstas se estrellan ruidosas, cuando las potentes paletas las agitan.

En las inmediaciones de los manantiales silíceos hay depósitos de arcillas blancas, amarillas, rojas y gris azuladas, alternando en capas poco potentes como las margas irisadas: probablemente son producto de la descomposición de rocas volcánicas acarreadas allí por las aguas y coloreadas por óxidos de hierro.

Era una matrona de potentes caderas, en cuyas entrañas renacía la vida; de robustos y voluminosos pechos, siempre hinchados de leche densa y amarga. A un pecho se agarraba el Recuerdo, gimiendo al paladear el líquido de acíbar; al otro el Olvido, que chupaba cerrando los ojos, queriendo dormir.

No se atrevió a entrar en el cementerio. La Muerte le asediaba con sobrada insistencia para que él fuese a devolverle la visita. ¡Ay, cómo odiaba a la infame señora de los ojos sin luz, de la piel intensamente pálida, que una tarde había descrito allí dentro, ante la absorta muchacha! ¡Con qué delectación la escupiría en su pecho voluminoso y amargo, en sus flancos potentes, si pasase ante él!... Cierto que tras sus pisadas resurgía la vida; que otras Felis vendrían al mundo; pero no eran para él.

Máximo, los metales que arden en tus hornos son menos duros que yo. Tus máquinas potentes son artificios de caña si las comparas con mi voluntad. Electra me pertenece: basta que yo lo diga. MÁXIMO. Si quiere usted asegurarse del poder de su voluntad, pruébela contra la mía. PANTOJA. No necesito probarla ni contigo ni con nadie, sino hacer lo que debo. MÁXIMO. El deber, esa es mi fuerza.

Las blancas burbujas que se escapaban de los tubos y la compacta columna de humo que perezosamente se iba confundiendo con las matinales brumas, bien claramente demostraban que el coloso estaba listo para alentar con sus potentes transpiraciones, las dobles hélices.

1 Nabucodonosor rey, a todos los pueblos, naciones, y lenguas, que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada: 3 ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su Reino, Reino sempiterno, y su señorío hasta generación y generación. 4 Yo Nabucodonosor estaba quieto en mi casa, y floreciente en mi palacio.

El príncipe Lubimoff daba una fiesta á bordo, y su buque se dibujaba, desde la línea de flotación hasta los topes, ribeteado de bombillas eléctricas de diversos tonos, mientras los potentes reflectores lanzaban chorros movibles de luz, sacando de las entrañas de la noche las olas, las playas, el caserío de la ciudad.

Ayúdanos, oh padre, a conquistar la gloria, que lograr no pudieron el plomo y el fusil; por símbolo izaremos la bandera del Arte, tocaremos tu flauta por bélico clarín; y sin armar cañones de potentes calibres, y sin teñir de sangre los campos del país, lo que jamás lográramos en sangrientos combates juramos alcanzarlo en artística lid.

Los hombres que en aquella casa vivían fueron al principio muy pocos: luego, llegando sigilosa y calladamente por las noches, vinieron de tierras extrañas muchos más, tantos, que sus cánticos antes débiles como compuestos por escaso número de voces, resonaron vigorosos y potentes, repercutiendo en las concavidades de los montes cercanos, cual si quisieran despertar los ecos del cañoneo de antaño.