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Actualizado: 7 de septiembre de 2024
La resolución de usted... los deseos de don Carlos.... Mi padre cederá.... En cuanto a mí.... Soy mujer, esto es, soy débil. ¡Ernesto me ama, estoy segura de ello!... Ahora me escribe, implorando mi perdón.
Todo el mundo pensaba que aquello no era anuncio de nada bueno. Sin embargo, aunque muchos sentían un gran temor ante la guerra, aunque las viejas levantaban las manos al cielo implorando a «Jesús, María y José», la mayoría de las personas pensaban en procurarse medios de defensa. En tales circunstancias, Juan Claudio Hullin fue bien acogido en todos lados.
Luego, los peregrinos se iban a ver las reliquias, guiados por el lenguajero, una especie de intérprete de hotel, que sabía decir en varios idiomas piedra, corona, cuchillo, hacha, sombrero... Unos peregrinos viajaban a sus expensas; otros venían implorando la caridad. La mayoría llegaban rotos, sucios, mugrientos y enfermos.
EVARISTA. Ronda y divaga el fundador, rezando por sí y por la pobre pecadora, implorando el descanso de ella, el descanso suyo. PANTOJA. ¡Oh! sí... Allí reposarán también mis pobres huesos. PANTOJA. ¿Duda usted todavía de que mis fines son elevados, de que no me mueve ninguna pasión insana? EVARISTA. ¿Cómo he de dudar eso? PANTOJA. Pues si mi plan le parece hermoso, ¿por qué no me auxilia?
Pero la noticia que tuvieron del saqueo y caudal que todavia existia, fué incentivo para que no obedeciesen la órden de retirarse, y se multiplicaron tanto, que se hace increible el excesivo número que andaba por las calles, divididos en tropas, tocando sus cornetas, y despidiendo piedras con las hondas: de suerte que toda la gente de cristiandad y distincion estaba refugiada en los templos, implorando la clemencia del Altísimo, y esperando la muerte por instantes.
Entre los muchos que se les presentan implorando compasión, llega también el Demonio transformado en mendigo, y entra en el hospital: ha imaginado esta astucia para pervertir al arrepentido Julián, y convencerlo de que jamás expiará su pecado, puesto que sus padres murieron sin hacer penitencia. Para confirmarlo en sus escrúpulos le presenta las almas de ambos, rodeadas de llamas infernales.
Y Peñálvez siguió gimiendo, implorando, aconsejando largas horas, sin que Pepa la Gallega pareciera apercibirse de sus gemidos, imploraciones y consejos... Ya el sol empezaba a declinar, cuando volvió el Chucro... Los policías se han ido dijo a Pepa. Priende fuego y poné agua a calentar pa' el mate. Pepa hizo como se le dijo.
El Almirante, al dictar su testamento, habla con amargura de que los reyes sólo dedicaron a su obra un millón o cuento de maravedíes, y que «él tuvo que gastar el resto»... Y eso lo decía a la hora de su muerte, en un país donde todos le habían conocido yendo tras de la corte como parásito solicitante, sin dinero y sin hogar, alojado en conventos, implorando pequeños subsidios para poder moverse de una ciudad a otra... Habían bastado catorce años para una falta de memoria tan estupenda.
El pobre francés no ha dicho: socórrame usted por el amor de Dios; pero lo ha expresado á su modo, de un modo perfectamente análogo. No pide pidiendo; pero pide cantando; realmente pide; realmente es mendigo; realmente pasa su vida implorando la caridad de zoca en molondra.
El acento desesperado con que llamaba á la Virgen, revelaba el egoísmo de la vida, agarrándose á la última esperanza, implorando un milagro, con la ilusión de que, en favor suyo, se rompiesen y transtornasen todas las leyes de la existencia. Al verse de nuevo en la plaza, Goicochea miró al templo y se descubrió como si le pesara volver á la villa sin saludar á la imagen.
Palabra del Dia
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