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Bastó a los muchachos dirigir una mirada hacia aquel sitio para gozar del más sorprendente espectáculo: unos veinte cosacos, hombres de revueltas barbas rubias, que llevaban a la cabeza gorros de viejas pieles en forma de tubos de chimenea, que cubrían sus escuálidos cuerpos con mugrientos harapos, cabalgaban, apoyados en estribos hechos de cuerda, en caballitos de crines flotantes que les llegaban al petral, de cola escasa y grupa amarilla, negra y blanca como de cabras.

Otro gran nombre es Reynot. Por su elegante gabinete han pasado los gabanes más mugrientos, los chapeos más abollados, los zapatos más ruinosos. Reynot siente una gran satisfacción protegiendo las letras patrias... con un montoncito de perras gordas. Su tiempo precioso ha estado dividido entre la filantropía literaria y el servicio de incendios.

Luego, los peregrinos se iban a ver las reliquias, guiados por el lenguajero, una especie de intérprete de hotel, que sabía decir en varios idiomas piedra, corona, cuchillo, hacha, sombrero... Unos peregrinos viajaban a sus expensas; otros venían implorando la caridad. La mayoría llegaban rotos, sucios, mugrientos y enfermos.

A los artesanos, con su mejor chaqueta de terciopelo, sus pantalones de dril muy planchado y su sombrerín de castor fino, da gozo verlos. Los indios, en verdad, descalzos y mugrientos, en medio de tanta limpieza y luz, parecen llagas.

Tu mano... enséñame tu mano, resalá, que por San Juan te digo que yevas en eya tu fortuna y no lo sabes. Tenían sus parroquianas, sus creyentes de inconmovible fe, que apenas las veían marchaban a su encuentro, ansiosas de nuevas revelaciones. Metíanse en los portales solitarios, y allí, sobre la tapa de la cesta, soltaba la gitana los mugrientos naipes ocultos bajo el mantón.

Las mismas paredes enjalbegadas, pero aquí menos blancas, ahumadas por el vaho nauseabundo del combustible animal, rezumando grasa por el continuo roce de los cuerpos sucios. Iguales escarpias en los muros, y colgando de ellas todo el ajuar de la miseria, alforjas, mantas, jergones destripados, blusas multicolores, sombreros mugrientos, zapatos pesados de innumerables remiendos con clavos agudos.

105 Del sueldo nada les cuento, porque andaba disparando; nosotros de cuando en cuando solíamos ladrar de pobres: nunca llegaban los cobres que se estaban aguardando. 106 Y andábamos de mugrientos que el mirarnos daba horror; les juro que era un dolor ver esos hombres, ¡por cristo! En mi perra vida he visto una miseria mayor.

Y este trabajo del espíritu, este complemento a la naturaleza, es lo que tiene valor y precio, y se mide y se representa y se mueve bajo la figura redonda de la moneda metálica, o bien toma la traza de unos papeluchos mugrientos que se llaman billetes; los cuales, así como los discos o tejuelos de metal, vienen a ser encarnación del espíritu, lo más sutil y animado y circulante de su valor, la esencia imperecedera de su trabajo secular acumulado.

Hundía los brazos hasta los codos en los enormes bolsillos de sus mugrientos pantalones, y asomaban entre sus gruesos amoratados labios las húmedas y requemadas hebras de una punta de cigarro, que destilaba, por la barbilla abajo, un regato de negruzca saliva, y, en tanto, fijaba el tal, con expresión estúpida, sus ojuelos verdes en los recién llegados.

Los únicos documentos que encontró fueron dos cuadernos mugrientos y apestando a tabaco, donde su antecesor, el abad de Ulloa, apuntaba los nombres de los pagadores y arrendatarios de la casa, y al margen, con un signo inteligible para él solo, o con palabras más enigmáticas aún, el balance de sus pagos.