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Actualizado: 1 de junio de 2025
Huyó de aquellos sitios, dirigiéndose al final de la feria, donde estaban los restaurants al aire libre, las buñolerías apestando el ambiente con el aceite frito de sus fogones, y las rifas, cuyos dueños atraían con furiosos gritos a la gente, prometiendo una fortuna.
Si aquella era un ángel vestido de persona, y esta... bien se ve que es una tía ordinaria, que viene acá dándose el pisto de repartir limosnas... ¡Señora!... ¡vaya una señora!... apestando a cebolla cruda... y con esas manos de fregar... Ahora se dan santas del pan pringao, y... ¡a cuarto las imágenes; caras de Dios a cuarto!».
Cautiva la tenía, puesta en una milagrosa sonrisa que había florecido en sus labios, cuando sintió tras de si un jadeo de carne brava y un resuello caliente y brutal. Sin tiempo para volverse a mirar se encontró prisionera en unos brazos duros y torpes, y el aliento de Andrés, apestando a vino, la encendió la cara.
Los únicos documentos que encontró fueron dos cuadernos mugrientos y apestando a tabaco, donde su antecesor, el abad de Ulloa, apuntaba los nombres de los pagadores y arrendatarios de la casa, y al margen, con un signo inteligible para él solo, o con palabras más enigmáticas aún, el balance de sus pagos.
Señora presidenta: yo no tenía esa intención... LA MARQUESA. ¡Sí..., sí...! Todas dicen eso. Y pasados quince días me las encuentro emperifolladas, cubiertas de joyas y apestando a esencias. Estas costumbres son capaces de desacreditar a un hospital modelo. Una advertencia más: aquí soy yo quien lo dirige todo, y usted no tiene que recibir órdenes de nadie mas que de mí.
Era el verdadero Romagné; pero, ¡cuán cambiado estaba! Sucio, embrutecido, feo, con la mirada apagada, el aliento mal oliente, apestando a vino y tabaco, rojo de la cabeza a los pies como un cangrejo cocido, era el prototipo del erisipelatoso. ¡Monstruo! le dijo M. Bernier, se te debería caer la cara de vergüenza. Has descendido a un nivel más bajo que el de los brutos.
El lugar era ignominioso: un café con tabladillo para cantadores, banquetas más destripadas que caballo de picador, el techo ennegrecido a fuerza de humo, el ambiente apestando a tabaco de colillas, el piso escurridizo y viscoso de saliva; al fondo, un mostrador lleno de vasijas sucias y, en último término, una entre cocina y cueva, especie de laboratorio infernal consagrado al dios Cólico. El local casi desierto. Sólo en un rincón una pareja de chula y chulo, a quienes se oía decir:
Para principio del clérigo, pones la merluza mala que trajiste esta mañana, ¿sabes?, y que está apestando... Le echas bastante sal, y después la cargas de harina todo lo que puedas y la fríes. Ponle todas las tajadas, y se las embaulará sin enterarse de si está buena o mala. Es como los tiburones, que tragan todo lo que les echan. Para postre, las nueces y el arrope, ¿sabes?
La expresión es lo más libre y lo más suelta que puede darse: el autor ha agotado los infinitos recursos del vocabulario callealtero, crudo, pintoresco, desgarrado, apestando a parrocha y a pescado podrido; pero todo esto, ¡con qué arte y con qué soberano conocimiento de las condiciones de la lengua, a la cual se puede vencer y domar por halagos, pero no forzar brutalmente como vil concubina!
Palabra del Dia
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