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Actualizado: 19 de junio de 2025
Todo esto y mucho más podrá admirar en Sotileza quien la mire solamente bajo la razón de arte. Pero ¿qué he de decir yo, que no solamente soy montañés, sino santanderino y callealtero? ¿Qué he de decir de un libro que es la epopeya de mi calle natal, libro que he visto nacer y que casi presentía y soñaba yo antes de que naciese?
Quiere decirse, tiña, que, de hoy palante, tanto da ser callealtero como de nusotros...; toos seremos unos.... ¡Pa ellos estaba, retiña! Too eso está muy bueno; pero considere que está escrito en ley allá arriba, y que de na sirve lo que nusotros estipulemos acá abajo. Ya verás si sirve, tiña. Por de plonto, sepan esos gubiernos que Tremontorio no güelve más á la mar con esa ley.
La expresión es lo más libre y lo más suelta que puede darse: el autor ha agotado los infinitos recursos del vocabulario callealtero, crudo, pintoresco, desgarrado, apestando a parrocha y a pescado podrido; pero todo esto, ¡con qué arte y con qué soberano conocimiento de las condiciones de la lengua, a la cual se puede vencer y domar por halagos, pero no forzar brutalmente como vil concubina!
Cafetera, en el diccionario callealtero, es sinónimo de borrachera, una de las cuales tomó aquél, cuando apenas sabía andar, á caballo sobre una pipa de aguardiente, de cuyas entrañas extrajo el líquido con una paja. Cafetera nació en la calle Alta, del legítimo matrimonio del tío Magano y de la tía Carpa, pescador el uno y sardinera la otra.
Poco tiempo después se fueron estableciendo líneas de vapores entre este puerto y otros de Francia é Inglaterra; las obras del ferrocarril comenzaron á desenvolver en su derredor el ruidoso movimiento de la industria moderna; las máquinas, las razas, los idiomas extranjeros, invadiendo el terreno de los sacos de harina y de las clásicas carretas, lograron aclimatarse entre ellos; y ya comemos á la francesa, hablamos inglés, circulan por estas calles los géneros de comercio en pesados exóticos carretones; el labrador de Cueto ó de Miranda arrea su ganado á la voz de «¡allez!» con preferencia al indígena «¡arre!» Los niños de pura raza inglesa, con los brazos descubiertos hasta el hombro, mal sujetas sus madejas de dorados rizos por el gracioso gorrito escocés, juegan en la alameda segunda á las canicas con los granujillas de Becedo; y mientras éstos, para ventilar la legalidad de una jugada, detienen á los primeros con un «stop a little, please», pronunciado con la precisión más británica, los nietecillos de John Bull, para que les sea permitido «quitar estorbos», se expresan con un «sin féndis», ó manifiestan su enojo con un «no jubo más» que envidiaría el callealtero de más pura raza.
Palabra del Dia
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