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Creí, ansimismo, que ella, si fuera la que debía y la que entrambos pensábamos, ya te hubiera dado cuenta de mi solicitud, pero, habiendo visto que se tarda, conozco que son verdaderas las promesas que me ha dado de que, cuando otra vez hagas ausencia de tu casa, me hablará en la recámara, donde está el repuesto de tus alhajas -y era la verdad, que allí le solía hablar Camila-; y no quiero que precipitosamente corras a hacer alguna venganza, pues no está aún cometido el pecado sino con pensamiento, y podría ser que, desde éste hasta el tiempo de ponerle por obra, se mudase el de Camila y naciese en su lugar el arrepentimiento.

Ella designaba el nombre que había de recibir en la pila bautismal cada villalegrino que naciese; ella decretaba, después de estudiar aptitudes, capacidades y recursos, el oficio que cada cual había de aprender y ejercer, y ella escogía marido para cuantas niñas casaderas vivían en el pueblo y pertenecían a familias merecedoras por algún título de su atención y cuidado.

2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego? 3 Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. 5 Entre tanto que estuviere en el mundo, luz soy del mundo. 6 Esto dicho, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó el lodo sobre los ojos del ciego,

Todo esto y mucho más podrá admirar en Sotileza quien la mire solamente bajo la razón de arte. Pero ¿qué he de decir yo, que no solamente soy montañés, sino santanderino y callealtero? ¿Qué he de decir de un libro que es la epopeya de mi calle natal, libro que he visto nacer y que casi presentía y soñaba yo antes de que naciese?

Hablaba así en voz baja, para no dejar de prestar oído a los lamentos de la paciente, que recorrían variada escala de tonos: primero habían sido gemidos sofocados; luego quejidos hondos y rápidos, como los que arranca el reiterado golpe de un instrumento cortante; en pos vinieron ayes articulados, violentos, anhelosos, cual si la laringe quisiese beberse todo el aire ambiente para enviarlo a las conturbadas entrañas; y trascurrido algún tiempo, la voz se alteró, se hizo ronca, oscura, como si naciese más abajo del pulmón, en las profundidades, en lo íntimo del organismo.

Era alta, esbelta, el pelo rubio muy claro, los ojos grandes de un azul muy oscuro y, a pesar de las lágrimas que los bañaban enrojeciéndole los párpados y desbordándose por las mejillas, de mirar inteligente, llenos de viveza pero serenos, dulces, como incapaces de expresar nunca sentimiento que no naciese de amor o de ternura. ¡Luis de mi alma! dijo entre sollozos.

Cuando Salvador se retiró a descansar en la estancia que allí mismo le destinaron, creía haber ganado la partida y estaba satisfecho de su aventurado viaje, que ya tenía por venturoso. Pero Dios quiso que todos sus planes se trastornasen y que a cada dificultad vencida naciese otra imponente dificultad.

En aquel momento el sujeto en cuestión acercaba su nariz escarlata a una copa de cognac, haciendo concebir la sospecha de que su rencor contra el caudillo de los israelitas quizá naciese por no haber logrado entrar en la tierra de Canaan y disfrutar de sus famosos viñedos.

El compañero vio aún borrosos en la pared dos monigotes que había pintado con carbón cuando tenía ocho años. Sin los pequeñuelos que gritaban y reían persiguiéndose, se hubiera creído que la vida estaba en suspenso en este rincón de la catedral, como si en aquel pueblo casi aéreo no naciese ni muriese nadie.

Nacieron de aquí la confianza y alguna familiaridad, hasta donde es lícito y decoroso que la familiaridad se entable entre una dama principal y una trabajadora plebeya; pero al fin, como doña Inés tenía que mostrarse a Juanita en paños menores para probarse corsés y vestidos, ¿qué mucho que la confianza naciese y creciese?