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Sus piernas, que no llegaban al suelo, se movían como péndulos; sus enormes bigotes, proyectados por la luz en la pared, parecían dos grandes colas de zorro. Me parece, don Oscar profirió doña Tula con su vocecita aguda , que ha tratado usted demasiado mal a nuestro amigo Sanjurjo... ¡Este bendito señor es tan severo! dirigiéndose a con una mirada falsa . ¡Pobresito!

Calló el niño, y no resonó un aplauso; sólo estalló un sollozo, un inmenso sollozo que pareció salir de mil pechos por una sola boca, arrastrando los encontrados afectos de amor, ternura, vergüenza, entusiasmo, piedad y arrepentimiento, que en aquellos corazones había despertado la cándida vocecita del niño... A una señal del rector, lanzáronse todos los que en el estrado estaban en brazos de sus padres, estallando entonces una verdadera tempestad de besos, gritos, abrazos, bendiciones, llantos de alegría y gemidos de gozo.

Dos hombres tocaban la guitarra en puntos opuestos del corral, y un chicuelo de doce a catorce años, con vocecita cascada y antipática, iba entonando unas carboneras con bastante estilo. La puerta de Paca estaba solitaria. adentro su voz y llamé con los nudillos. ¿Es uté, señorito? No le esperaba tan pronto dijo la cigarrera, saliendo.

¡Jesús, Butrón, pobre de ! exclamó con su dulce vocecita Pues si está en mi mano, no tenga usted miedo de que la suelte.

El coronel se sentaba con mucha seriedad y sacaba del bolsillo un gran rábano negro; después la joven señorita que lo acompañaba, con todas las trazas de una alemana, de falda corta, chal de cenefa y sombrerito de viaje, cortaba ese rábano en rodajas muy finas, al estilo de la tierra, las espolvoreaba de sal, se las ofrecía a su tío, como ella le llamaba con su vocecita de ratón, y los dos empezaban a rumiar uno frente a otro, tranquila y sencillamente, sin suponer que su manera de conducirse en París pudiera parecer a nadie ridícula, puesto que no hacían ni más ni menos que lo que habían hecho en Munich.

Mírame con compasión... Apagóse aquí la voz de Diógenes, y oyóse tan sólo la temblorosa vocecita de Monina, que por un infeliz error o por una inspiración del cielo, equivocaba el último verso: ¡No le dejes, Madre mía! Diógenes ya no la oía: comenzaba entonces el estertor, y su angustioso resuello interrumpíase a veces por más de un minuto.

Agitada por la danza, chasqueando los dedos para imitar el ruido de las castañuelas, su vocecita sonora y dulce decía con lánguida y soñolienta música: Toma, niña, esta naranja que he cogido de mi huerto, no la partas con cuchillo que está mi corazón dentro.

Senteme, pues, al aire libre mientras terminaba sus quehaceres, y me puse a escuchar con sosiego los acordes suaves de las guitarras y la vocecita destemplada del niño, que parecía un hilo que se retorcía en el aire. Una mujer sacó agua del pozo, y el chirrido de la polea hizo coro a las guitarras y al chico.

El fraile se sentó al lado del gitano, que le miraba con una singular expresión de desprecio y de ironía; y, habiendo suspirado muchas veces, se expresó como sigue, con una vocecita agria y chillona que contrastaba con la enorme mole de su cuerpo: Que el Cielo le ayude, hermano. Diga más bien el diablo, hermano. ¿Se obstina usted, pues, en morir en la impenitencia? .

Inmutóse Currita atrozmente y metióse la mano en el bolsillo, como si buscara el lignum crucis; abrióse entonces la mampara y apareció el mayordomo mayor, también muy inmutado... La dama, fingiendo siempre hallarse absorta en la contemplación del retrato, volvió ligeramente la cabeza y saludó con la mano al personaje, diciendo con vocecita a su pesar temblorosa y angustiada: ¡Magnífico retrato!