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No es ya la mirada, sino la imaginación la que se espanta al pensar en lo que la montaña era entonces y en lo que le han robado nieves, hielos, lluvias y tormentas durante la serie de los tiempos. ¡Qué infinita historia, qué innumerables vicisitudes en la sucesión de las plantas, de los animales y de los hombres, desde que los montes cambiaron de forma y perdieron la mitad de su elevación!

La audacia fria y terca de los excursionistas de los precipicios sería muy honorífica, si el objeto de esos extravagantes espliníticos fuese hacer estudios y descubrimientos que prestasen servicios importantes á la ciencia. Pero esta no entra por nada en semejantes empresas. Los héroes de los hielos van por pura vanidad á despeñarse en las neveras y sepultarse bajo de los bancos de hielo.

El que lo ve, apostaría cualquier cosa que tan frágil barquilla va á zozobrar... No hay cuidado. Vuela como una flecha sobre las olas, desaparece, vuelve á aparecer entre los fuertes remolinos producidos por los hielos y en medio de aquellas flotantes montañas. Hombre y barquilla no son más que una pieza, un pez artificial. Empero, ¡cuán inferior es á los verdaderos peces!

La actual llanura, transformada por los cambios de nivel, habrá producido montes que gradualmente se irán elevando. Y mientras pensamos en la historia de la montaña y su ventisquero, en lo que fueron y en lo que llegarán á ser, sale el torrente, susurrando, de los hielos y vase por el mundo á contribuir á la labor de la renovación continua de la tierra.

Un pequeño grupo de tres insulares fastidiados, acompañados por tres ó cuatro guias, emprendia nada ménos que ir á escalar el Monte-Blanco para sacudir en sus hielos el esplin, pasar por encima del inmenso lomo y descender á los valles del Piamonte.

La barca conducía al hombre, y ahora es éste el que conduce la barca; cárgala sobre sus hombros, atraviesa los crujientes hielos y pónelo á flote más lejos.

El abadejo y sus millones de huevas bastarían por solos para yodar toda la tierra. ¿Le hace á usted falta calor? El mar lo tiene, y el más perfecto de todos, ese calor insensible que despiden los cuerpos crasos, latente, pero tan poderoso, que si no era repartido, balanceado, equilibrado, derretiría todos los hielos, convirtiendo el polo en Ecuador.

La noche dura varios meses, y en ocasiones es tal su obscuridad, que Kane, rodeado de sus perros, sólo los divisaba merced á la humedad del aliento. En tan dilatadas, muy dilatadas tinieblas, sobre esa tierra desolada, estéril, vestida de hielos impenetrables, erran, no obstante, dos solitarios que se obstinan en vivir allí, en medio de los horrores de un mundo imposible.

Al fin se murió de vieja, mucho antes de que la suprimiesen las leyes revolucionarias. Estaba cansada de existir; el mundo había cambiado, y sus fiestas resultaban algo semejante a lo que sería una corrida de toros en Noruega, entre hielos y con cielo obscuro. Le faltaba ambiente.

Movimiento diurno en el ecuador, en los polos=. Mientras más se camina hacia el sur, más se eleva el polo de ese nombre, y si fuera posible penetrar mucho en los hielos polares, se llegaría á un punto en que el polo sur se hallaría en el mismo cenit. En ese punto, el movimiento diurno de las estrellas se efectúa siguiendo círculos paralelos al horizonte y ninguna de ellas sale ni se pone nunca.