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Actualizado: 13 de junio de 2025
Se han encontrado montones de pradera petrificada bajo los hielos y en las mismas rocas se encontraron huellas enmohecidas de aquellos «anillos del diluvio» que, según nuestros modernos sabios, son amonitas fósiles. Por eso más de cien montañas de Persia, de Siria, de Arabia, del Asia Menor se ha indicado como desembarco del patriarca, segundo padre de los hombres.
En la novena a San José (Manila, 1910), después de recordarle su parentesco con Dios, se afirma que no hay patrocinio más eficaz para alcanzar lo que se pide que el suyo (pág. 7). "Necesitando todos del favor divino, es cierto que no faltará este al que, confiado, se acogiera al amparo del Señor San José" (pág. 29). "San José socorre al menesteroso, da salud al enfermo, consuela al afligido, envía lluvia, contiene los hielos, multiplica los frutos, favorece en las tempestades, en los caminos, en los naufragios *
Esta señora juraba y perjuraba que su esposo no había muerto, y defendió tan bien su causa, que al cabo de siete años de haberse perdido recibía el título de contralmirante. Tenía razón lady Franklin; su marido vivía. Si se hubiese creído á lady Franklin, el gran explorador inglés no pereciera en medio de los hielos.
Y el pescador iba cantando un cantar, en su vestido de piel, asombrado de la mucha luz, como si estuviese de fiesta en el aire un sol joven. El aire chispeaba. Se oían estallidos, como en el bosque nuevo cuando se abre una flor. De las lomas corría, brillante y pura, un agua nunca vista. Era que se estaban deshaciendo los hielos.
Pues paciencia, Simón, paciencia, y aguardemos días mejores, que ya vendrán. Felizmente, mi caudal no es de apariencia: es sólido y es abundante, a Dios gracias, y da para todo; quiero decir, para aguardar los vivificantes calores del estío, bien a cubierto de los mortíferos hielos invernales.
Un hombre mal equipado, peor armado y mugiendo el mar bajo sus pies, entre tinieblas, en medio de los hielos, fué el primero que intentó tamaña hazaña, y solo, enteramente solo, plantó cara al coloso de los mares.
Muy avanzado estaba el invierno cuando Cordero y su amigo, despidiéndose con no poca alegría del Real Sitio, emprendieron su penoso viaje a la Corte por entre nieves y hielos. Separáronse del modo más cordial en la posada del Dragón, y D. Benigno, desmejorado y cojo, se fue a su casa con toda la rapidez que lo permitía su detestable andadura, mientras Salvador buscaba donde alojarse.
A su regreso cuenta haber visto una gran sábana de agua, libre de hielos, y alrededor aves, que al parecer hallaban abrigo en ese clima no tan rudo. Era cuanto se necesitaba para hacer cobrar aliento al célebre navegante.
Oír el agua que azota los cristales allá fuera, y estar compadeciéndose de un pobre niño perdido en los hielos... ¡qué delicia para un alma tierna, a su modo, como la de la señora Marquesa!
Venid a gustar mi vino; es muy viejo: muchas veces me ha confortado el corazon en medio de nuestros hielos; recurrid a el para reanimar vuestro valor. Vamos, bebamos juntos. Separa, separa esa copa; isus bordes estan mojados con sangre! iNo vere nunca esta sangre sepultada bajo la tierra! ?Que quereis decir? ?vuestros sentidos estan turbados?
Palabra del Dia
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