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Actualizado: 13 de junio de 2025
El cielo se había aclarado mucho, la luna se levantó sin nubes, la noche era tranquila. Pocos días después, la temperatura volvió a cambiar y la lluvia cayó de nuevo; las nieves y los hielos fundidos descendieron de las montañas y aumentaron el curso de los ríos. Todos los trabajos quedaron suspendidos, todos los caminos desiertos.
En nuestros días el intrépido Franklin queda perdido en medio de los hielos; el encuentro de su cadáver nos ha descubierto que reducidos al último extremo, él y los suyos, tuvieron que apelar al más atroz de los recursos: ¡ á comerse los unos á los otros! Cuanto puede desanimar á los hombres hállase acumulado desde que el navegante comienza á penetrar en las regiones del Norte.
Realmente, los dos desmoralizábamos el baile. Ella, sin poder bailar, riéndose; yo, saltando pesadamente con la gracia de un oso blanco entre los hielos, al lado de Quenoveva y de Agapito, tan serios y tan graves, éramos un insulto a las tradiciones más venerandas del país. Sabido es que, entre estas tradiciones, la religión y el baile son las más importantes.
Curioso es en extremo observar en baja mar las hiladas sobrepuestas donde se lee la historia del globo en gigantescos registros, do los siglos acumulados ofrecen completamente abierto el libro del tiempo. Cada año se traga una página. Es un mundo que se derrumba, que el mar muerde constantemente por debajo, y las lluvias, los hielos, atacan con más fuerza por arriba.
No hay otro paso para llegar á él que á través de los pavorosos desfiladeros que abre el hielo, cierra y cambia todos los inviernos, como si quisiese impedir nuevas visitas importunas. Por lo que toca á las ballenas, créese que pasan por debajo los hielos, del uno al otro mar, por la vía tenebrosa. Viaje temerario.
Hasta en la fría Islandia, tierra de brumas y de hielos eternos, los adoradores de los soberanos celestes se volvían hacia las montañas de lo interior, creyendo ver en ellas la residencia de sus dioses.
Algunas veces, de repente, venía a morderle el recuerdo de sus triunfos escénicos, la gloria artística conquistada sobre las tablas, y golpeando el piano con la sublime furia de la cabalgada de las walkirias, lanzaba el ¡hojotoho! de Brunilda, el grito de guerra impetuoso y salvaje de la hija de Wotan; relincho armónico con el cual había puesto en pie a muchos públicos y que en aquella soledad estremecía a Rafael, haciéndole admirar a su amiga como una divinidad extraña; cual una diosa rubia de ojos verdes, acostumbrada a cabalgar sobre los hielos, entre los torbellinos del huracán, y que en el país del sol se resignaba a ser mujer.
Mas arriba se destacan en lontananza gigantes mas y mas colosales, cuyas cabezas refulgentes se pierden en las vagas ondulaciones de las nubes . En unos trechos los hielos descienden hácia el golfo congelado, en desiguales latitudes, como las puntas desgarradas de un encaje terminando una inmensa colgadura de armiño.
Detrás de la Nueva Holanda veréis el Océano Austral sitiar con una onda circular las dos puntas extremas del antiguo y nuevo continentes. Nada de tierra en el mundo antártico, ó de islitas, ó de pretendidas tierras polares que tan pronto son indicadas por los descubridores como han desaparecido, no siendo tal vez más que hielos. Aguas sin fin, siempre aguas.
=Charcot: El «Pourquoi-pas?» en el Antártico.= Un tomo de 478 páginas, con 121 grabados, 43 láminas y tres mapas, cubiertas a varios colores, 20 pesetas. =Sverdrup: Cuatro años en los hielos del Polo.= Dos tomos, con 908 páginas, 35 láminas, 104 grabados y cinco mapas en colores. Cada tomo, 20 pesetas. =Alexander: Del Níger al Nilo.= Dos tomos.
Palabra del Dia
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