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Blandía con furor la sombrilla cual si fuese la lanza de las hijas de Wotan, y varias veces apuntó con ella a los ojos de Rafael como si quisiera sacárselos. El joven parecía abatido por su esfuerzo, avergonzado de su brutalidad, inerte en el suelo, sin protesta, como si deseara no levantarse jamás; morir bajo aquel pie que le asfixiaba iracundo.

Algunas veces, de repente, venía a morderle el recuerdo de sus triunfos escénicos, la gloria artística conquistada sobre las tablas, y golpeando el piano con la sublime furia de la cabalgada de las walkirias, lanzaba el ¡hojotoho! de Brunilda, el grito de guerra impetuoso y salvaje de la hija de Wotan; relincho armónico con el cual había puesto en pie a muchos públicos y que en aquella soledad estremecía a Rafael, haciéndole admirar a su amiga como una divinidad extraña; cual una diosa rubia de ojos verdes, acostumbrada a cabalgar sobre los hielos, entre los torbellinos del huracán, y que en el país del sol se resignaba a ser mujer.

El recuerdo de la mujer que apagó su sed, la chispa de aquellos ojos cándidos, envolviéndole en una mirada de piedad y amor, es lo único que le sostiene... Ella llega, después de dejar dormido al feroz compañero. Le enseña en el fresno la empuñadura de la espada que hundió el dios Wotan: nadie puede arrancarla; sólo obedecerá a la mano de aquel para quien la ha destinado el dios.

Thor, el dios brutal de la cabeza pequeña, estiraba sus bíceps, empuñando el martillo que aplasta ciudades. Wotan afilaba su lanza, que tiene el relámpago por hierro y el trueno por regatón. Odín, el del único ojo, bostezaba de gula en lo alto de su montaña, esperando á los guerreros muertos que se amontonarían alrededor de su trono.

En invierno era él quien se entusiasmaba escuchando unas veces su ¡hojotoho! fiero de walkiria que teme al austero padre Wotan; viéndola otras despertar entre las llamas, ante el animoso Sigfrido, héroe que no teme nada en el mundo, y se estremece ante la primera mirada de amor. Pero las pasiones de artista son iguales a las flores por su intenso perfume y su corta duración.

Vio a Wotan, el dios majestuoso y débil, forzado a castigar con momentánea cólera a la hija desobediente. «Padre implora sollozando la walkyria , ya que me has excluido de la raza de los dioses y como débil mujer he de dormir sobre esa roca hasta que el primero que pase se apodere de mi virginidad, ¡que no sea yo la esposa de un débil mortal, de un cobarde!... Evítame esa afrenta... Si en los brazos de un hombre he de caer esclava, haz que la llama surja en torno de al eco de tu palabra; rodéame de un baluarte de fuego, para que sólo un héroe de corazón firme y fuerte, valiente como un dios, pueda despertarme y hacerme suya

Pero los entusiastas del gran mago la apreciaban porque sabía entrar «en la piel de los personajes». Wagner poeta, creador de héroes épicos, intérprete de conflictos humanos, le inspiraba tanta adoración como Wagner músico. Durante mucho tiempo, por un fenómeno de artística adaptación, había creído ser Brunilda. Su verdadera personalidad era la de la hija de Wotan.