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Adriana solía preguntarse, sin embargo, si la apasionada humildad de Julio correspondía íntegramente a un sentimiento real, y si no habría exageración, acaso vaga ironía en sus palabras tan rendidas, tan espontáneas y semejantes, a veces, a la confesión que pudiera hacer un niño. ¡Qué no hubiera dado, en tales momentos, para penetrar siquiera por un instante el alma de Julio!

Al penetrar en el despacho, Esteven se volvió, y percibió allá, en el fondo del salón rojo, a su cuñado, que le miraba, y se le antojó, porque otra cosa no podía ser, dada la distancia y la poca luz, que estaba alegre y se sonreía y hasta le sacaba la lengua; pura aprensión de su espíritu suspicaz, porque el otro, tan pronto como hubo conocido al visitante, se sumergió entre sus papeles, renegando, sin duda, de los negros que no tienen manos para cerrar las puertas.

Como acontecía por lo común donde quiera que se hallaba Ester, en torno suyo se formaba un corto espacio vacío, una especie de círculo mágico en el que, aunque el pueblo se estuviera codeando y pisoteando á muy corta distancia, nadie se aventuraba ni se sentía dispuesto á penetrar.

A las diez estaría llena de gente la calle con la velada, y por lo mismo repararían menos en D. Luis cuando pasase por ella. Penetrar en el zaguán sería obra de un segundo; y ella, que estaría allí aguardando, llevaría a D. Luis hasta el despacho, sin que nadie le viese.

Gabriel le conocía: era Mariano el campanero; y para evitar que pudiese verle, permaneció inmóvil en la plaza, dejando que se precipitasen por la puerta del Mollete las gentes ansiosas de penetrar en la Primada, como si pudieran robarlas el sitio.

De pronto, al dar vuelta a la esquina para penetrar en los jardines de Lexham, en un punto donde la neblina había cubierto todo con su negro manto, sentí que alguien me asaltaba repentinamente, y, al mismo tiempo, una aguda sensación penetrante detrás del hombro derecho.

Conviene, además, para ver aquello con fruto y penetrar su hondo sentido, prescindir de refinamientos y de ideas de lujo y de exactitud indumentaria, adquiridas en ciudades más ricas y populosas. Sólo así, y reflexionándolo bien, se percibe lo sublime y lo bello de la verdad dogmática que bajo el velo del símbolo resplandece.

Cuando se ha sentido ya el frío de la hoja de acero al penetrar en la carne viva, se horripila uno al pensarlo. Una vez, y nada más, mi querido doctor. Siendo así, caballero, no hay nada que aquí exija mi presencia: Os quedaréis sin nariz para toda vuestra vida.

Y lo que era peor, Jesucristo, cuya figura, aun en sus momentos de duda, se le aparecía elevada siempre y majestuosa, se presentaba ahora a su imaginación como un grano de polvo; la historia de la Redención, tan insignificante como la caída de una hoja. Quiso penetrar más en el estudio de la Naturaleza. Después del Cosmos leyó otra porción de libros de astronomía, de física, de geología.

Habló Morsamor con tanto fuego que logró penetrar y encender con él los corazones de su pequeño auditorio.