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Una idea extravagante cruzó por la cabeza de Bettina, inclinose sobre la portezuela y exclamó, acompañando sus palabras con un pequeño saludo con la mano: ¡Adiós, mis pretendientes, adiós! Luego se echó bruscamente para atrás, presa de un acceso de risa nerviosa. ¡Ah, Zuzie, Zuzie! ¿Qué hay? Un hombre con una bandera roja en la mano... me ha visto... ¡me ha oído!... ¡Y se ha quedado asombrado!...

Muchas veces me he asombrado de ver qué poca gente aprovecha de sus ventajas.

No, no era posible. Uno de los dos términos de este contraste debía ser forzosamente falso. Se detuvo el automóvil: había llegado á la avenida Víctor Hugo... Creyó seguir soñando. ¿Realmente estaba en su casa?... El majestuoso portero le saludó asombrado, no pudiendo explicarse su aspecto de miseria. ¡Ah, señor!... ¿De dónde venía el señor? Del infierno murmuró don Marcelo.

¿Por qué? pregunté bruscamente y con desabrimiento. Porque ama a otro me respondió con calma. ¡A otro! exclamé tan asombrado que por largo rato no me di cuenta de lo que sentía . ¡A otro! No puede ser, señora condesa. ¿Y quién es ese otro? Sepámoslo.

Mis recelos y temores de que el secreto había sido obtenido por medios infames, han quedado, al fin, enteramente disipados; y la mancha que pesaba sobre la memoria de mi pobre padre ha desaparecido. ¿Y el misterio de su muerte? le dije, asombrado de esta notable revelación de estratagemas y de engaños. ¡Ah! suspiró, he cambiado de opinión.

Este le contempló en silencio unos momentos asombrado de su inocencia. Tuvo impulsos de proferir una de sus chufletas sangrientas, pero se contuvo. La maciza bondad y el candor de aquel muchacho le conmovían. Después de todo, pensó, ¿qué se adelanta con sacar a los hombres de los errores que los hacen felices? , ; D.ª Carolina es muy buena dijo al cabo, sin gran calor.

Recapacite usted en que, por mi influencia, hará rápidamente carrera y podrá llegar en menos de diez años... ¡Diez años! exclamé con una especie de terror. ¡Cómo! repuso el Duque asombrado. ¿Considera usted que es pagar demasiado caras la gloria y la fortuna? Vamos, joven, decídase, y pronto iremos a Versalles.

Al hacer sonar el recio aldabón de la portalada se quedó asombrado y trémulo. ¿Qué iba a decir? ¿Por quién preguntaría? ¿Cómo estaba él allí, anhelante y resuelto, rendido de rodar por mares y tierras con desatinado afán?... ¿Con qué derecho llamaba en aquella puerta con aire tan firme y arrogante?...

Dormitaba él un poco, y después, asombrado del silencio y largo sopor de Lucía, levantábase, receloso de que la hubiese sobrecogido un síncope. Iba a ella, inclinándose, y otra vez tornaba a su rincón, habiendo percibido el ritmo acompasado del pacífico respirar de la niña. Difusa y pálida claridad comenzaba a tenderse sobre el paisaje.

Pero ¿y las verdaderas? preguntó, asombrado, Torrebianca . ¿Y las que compraste con el dinero que te enviaron muchas veces de tus propiedades en Rusia? Robledo creyó oportuno intervenir para que no se prolongase este diálogo peligroso. No quieras saber demasiado, y hablemos del presente... Yo pagaré á tus domésticos; yo costearé el viaje de los dos.