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Actualizado: 27 de junio de 2025


No te apure la flema de esta socarrona dijo Nieves dándola un pellizco en el brazo que estaba más al alcance de su mano derecha , que aunque no fuera embuste lo que aparenta, aquí estoy yo que me he asombrado por las dos...

Por eso, sin duda, ha dirigido al citado joven una mirada piadosa a través de su cristal. Entonces el joven, lentamente, se ha llevado la mano al pecho, ha cogido otro monóculo, se lo ha puesto y ha mirado a Orsi con cierta conmiseración altiva. Orsi, claro está, se ha quedado inmóvil, estupefacto, asombrado.

Era infiel como una mujer coqueta; desaparecía de pronto, repitiendo la misma fuga inexplicable con que había asombrado á su familia.

No me trate usted de exclamó, mirándome con ojos chispeantes de furor . Yo no tengo ya nada que ver con usted... Márchese usted y déjeme el alma quieta... Asombrado, dolorido, sin saber lo que me pasaba, traté de hacerla entrar en razón. Todo era inútil. No me escuchaba.

¿Temes, acaso, que al sentir tu mano, tiemble asombrado el ánimo cobarde, y se estremezca el alma recelosa?

Dios me entiende y yo me entiendo. Pero no os entiendo yo. Cuando fuí huído á Navalcarnero... y fué por una mujer... siempre ellas... encontré en vos... Un joven que se volvió á vos asombrado, deslumbrado por vuestro ingenio. Muchas mercedes. Pues encontré en vos un hermano, y tan agradecido quedé de ello, que en la primera carta que escribí al duque de Osuna, le hablé de vos.

Lamartine, al recorrer hace tres cuartos de siglo la Servia feudataria de los turcos, quedó asombrado de la importancia de la poesía en este pueblo de pastores y guerreros. Como muy pocos conocían el abecedario, emplearon el verso para guardar más estrechamente las ideas de su memoria.

Yo quedé asombrado, perplejo, sin saber qué contestar. El Morito me sacó del apuro, porque se acercó a decirme que venía alguien por la acera. Pasó el transeúnte y seguimos hablando Dolores y yo. Al día siguiente me esperaría en una casa próxima, que tenía una puerta a otra calle, por donde yo entraría. Se cerró la persiana, le avisé al Morito que nos íbamos y me fuí a la fonda.

Otra vez se encontraban en el camino con un par de reses y su conductor. Es preciso se le decía entonces que pondere usted mucho y muy recio esos animales. ¿Para qué? preguntaba asombrado don Simón. Para que lo oiga el que va con ellos. ¿Y qué tengo yo que ver con él? ¡Friolera!... ¡Es un elector! ¡Aunque sea el preste Juan de las Indias!... ¡Yo no hago esas tonterías!

Tengo bastantes años para marchar solo contestó con sequedad ; y en cuanto á consejos, démelos cuando yo se los pida. Y murmurando otras palabras ininteligibles, le volvió la espalda para ir en busca de Elena. Quedó el español asombrado por la brusca respuesta de su socio. Después sintió indignación. «¡Esa mujer! pensó . ¡Hasta va á quitarme el mejor de mis amigos!...»

Palabra del Dia

cabalgaría

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