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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Calmosamente deshizo su muleta, la extendió, avanzando así algunos pasos, hasta pegarse casi al hocico del toro, aturdido y asombrado por la audacia del hombre.
Cuando se calló, el juez, que la había oído asombrado y casi intimidado, dijo a su vez, con acento frío y severo: No vamos a discutir ahora sobre la moralidad de los principios que usted profesa. ¿No sería mejor que me dijera de qué modo era la Condesa un obstáculo para usted? ¿Qué podía usted temer seriamente de ella?
7 Porque muchos espíritus inmundos, salían de los que los tenían, dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; 8 así que había gran gozo en aquella ciudad. 10 al cual oían todos atentamente, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Esta es la gran virtud de Dios. 11 Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas los había asombrado mucho tiempo.
Y el infeliz mortal poseedor de tantas cualidades paseaba por la tienda ante su asombrado dependiente, con toda la prosopopeya de un hombre que tiene agarrada la fortuna por los pelos y no piensa soltarla.... Y todo porque con unas cuantas operaciones tímidas, yendo a la zaga de otros más expertos, había ganado mil duros.
Leto, felicitándose por salir tan fácilmente del atolladero en que se había visto, se arrimó más a Nieves; la cual le entregó el clavel aplastado y marchito, para que no se cayera del álbum mientras le hojeaban. Hojeándole y andando, llegaron al sitio apetecido; y por llegar a él, después de ponderarle mucho Nieves, dijo a Leto: Yo no quiero dibujar. ¡Que no? exclamó Leto asombrado . ¿Y por qué?
La conversación con que entraron en la venta era decir que habían robado a Lisboa, asombrado a Córdoba y escandalizado a Sevilla, y que habían de despoblar a Madrid , porque con sola la loa que llevaban para la entrada, de un tundidor de Ecija , habían de derribar cuantos autores entrasen en la Corte.
Carmen, embebida en algún pensamiento celestial, sin duda, mostraba una expresión nueva y radiante, y Julio, que la perseguía con ojos interrogadores, no quiso comer sin la sal de las lágrimas con que la niña de Luzmela solía sazonar las familiares viandas. Estaba Salvador muy asombrado de los renglones de Carmen. Se recibió su visita en la casona con mucho agasajo.
El joven retrocedió asombrado, como si repentinamente acabasen de herirle en medio del pecho. ¿Irte? ¿Y lo haces con esa frialdad?... ¿Irte tú, así, así, en plena dicha? Se tranquilizaba a los pocos momentos. Aquello no era más que la resolución momentánea en un arranque de indignación. No se iría, ¿verdad?
Y se puso a sollozar, hablando, con la voz entrecortada. Perdóname, Raquelita, perdóname. Ya sé que no tengo ni el derecho de pedirte perdón. Cuando debí hacerlo, te insulté. Sí, he sido contigo demasiado mala. Ya no lo soy. He perdido todo mi orgullo odioso. No, no me mires con ese modo asombrado.
Aquello era un agravio muy duro, por el cual no resultaba castigado ... La miró con algo mayor benevolencia y experimentó un sentimiento tan parecido á la simpatía, que se quedó asombrado. ¿Era posible que Clementina le pareciese soportable? Fortunato dijo: ¿Por qué exageras las cosas? ¿Quién te dice que te vayas? Si tu orgullo te impulsa á marcharte, resístelo y permanece en medio de nosotros.
Palabra del Dia
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