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¡Diga usted, Teresa, diga usted! ¡No, Tere! suplicó Luisa. ¡Pues lo he de decir!... Pues, ¡vaya, que... esa señorita nos... choca! ¿Y por qué? ¡Friolera! exclamó Luisa. ¿No la ve usted tan pagada de , y tan orgullosa, que a todos desprecia, y que dice que todas las vilaverdinas somos unas payas..., unas ridículas.

Su amiga prosiguió aturdiéndola con su estrepitoso cariño y perjurando que le había de traer de Francia mil regalitos de altísima novedad. «Supongo que allí tropezaremos con Pez, para que nos libre del mareo de la Aduana, que es insoportable con aquellos empleados tan ordinarios. Si se les deja, capaces son de abrir todos los baúles... y yo llevo la friolera de catorce.

Con mucha freqüencia sucede que un rey sea destronado; y por lo que respeta á la honra que hemos tenido de cenar con ellos, eso es una friolera que ni siquiera mentarse merece. Apénas estaba Candido en el navío, se arrojó en brazos de su criado antiguo y su amigo Cacambo. ¿Y pues, le dixo, qué hace Cunegunda? ¿es todavía un portento de beldad? ¿me quiere aun? ¿cómo está?

Lo mismo hacen en los libros, citan mil Autores para probar lo que no ignora una vieja. Y una vez uno de estos, que en una cláusula de cinco lineas citó á LIEBRE, y á BURDANIO para probar una friolera.

De la casa de la Ciudad y del arco del Triunfo. ¿Y qué traes? Muchas cosas, muy grandes y muy buenas. Mi mujer tomó una friolera y se acostó. Yo empecé á escribir esta desaliñada Revista, que me entretuvo hasta la una y media.

Otra vez se encontraban en el camino con un par de reses y su conductor. Es preciso se le decía entonces que pondere usted mucho y muy recio esos animales. ¿Para qué? preguntaba asombrado don Simón. Para que lo oiga el que va con ellos. ¿Y qué tengo yo que ver con él? ¡Friolera!... ¡Es un elector! ¡Aunque sea el preste Juan de las Indias!... ¡Yo no hago esas tonterías!

Los que obran bajo la acción de impulsos cerebrales, irresistibles y mecánicos, como los instintos que atañen a la conservación, van muy bien en su carrera mientras no ven el fin más que en la representación falsa que de él les da su deseo; pero cuando la realidad de aquel fin se les pone delante, ofreciéndoseles como acción sometida a las leyes generales, no hay velocidad que no tenga su rechazo. ¿Cuál era el intento de Fortunata y qué iba a hacer allí? ¡Friolera!... Pues nada más que entrar en la casa sin pedir permiso a nadie, llamar, colarse de rondón, dando gritos y atropellando a todo el que encontrara, llegarse a Jacinta, cogerla por el moño y... Esto de cogerla por el moño no se determinó bien en su voluntad; pero que le diría mil cosas amargas y violentas.

Entonces le salen a usted por una friolera. ¿Se puede saber quién es el señor tan generoso... No es señor; es señora. Otra miradita. ¡Ah, pícaro! Ya sabía yo que gozaba usted de gran favor entre las damas. Por la fisonomía alegrísima de D.ª Serafina corrió una nube que la oscureció momentáneamente. Es regalo de D.ª Serafina, con motivo de ser hoy mi cumpleaños se apresuró a decir el presbítero.

Dolz, á quien cita, nuestros empleados en aquellas aduanas defraudan al Tesoro, y sin duda envían á España cada año la friolera de ocho millones de pesos fuertes.

El retrato debía de estar concluido para la próxima exposición de Viena, y costábale el caprichito la friolera de cuarenta mil francos. Carillo era, sin duda, ¿pero para qué, si no, le había dado Dios el dinero? Aquella mañana había enviado Currita un recado a Bonnat para que no la aguardase, a causa de tener que acompañar a su majestad la reina a la capilla expiatoria del bulevar Haussman.