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Costábale trabajo resolverse, y permanecía refugiada en el rojo dosel de la cortina, cruzando las manos sobre el peinador de percal blanco, que rayaban con doble y largo trazo, como de tinta, sus sueltas trenzas.

El retrato debía de estar concluido para la próxima exposición de Viena, y costábale el caprichito la friolera de cuarenta mil francos. Carillo era, sin duda, ¿pero para qué, si no, le había dado Dios el dinero? Aquella mañana había enviado Currita un recado a Bonnat para que no la aguardase, a causa de tener que acompañar a su majestad la reina a la capilla expiatoria del bulevar Haussman.

A poco se nos agregó un hermano del poeta Pombo, librero de Bogotá, amateur botánico, que saludaba por su nombre, como antiguos conocidos, a los yuyos del camino. Iba a Chimbe, no a qué. Costábale trabajo seguirnos, porque nuestras mulitas devoraban la ruta. Con su paso igual y parejo, bajaban, subían, avanzando siempre con una rapidez que me asombraba.

Vivía con este matrimonio una sobrina, aquella Eladia simpática que ya conocemos. No sufría por cierto con tanta paciencia los rigores y asperezas de su tía. Respondía á veces de mal talante; había disputas frecuentes, gritos, amenazas y hasta golpes. Costábale á Martinán mucho trabajo poner paz entre ellas.

No es libertino todo el que quiere; para ese estado, como para los demás, hace falta vocación, y a nuestro joven costábale tanto trabajo ser calavera como ser obispo. Tenía, no obstante, amigos muy alegres y con las más felices disposiciones, que, por prestarle un servicio, le arrastraban a sus orgías.

Un poco antes de comer, Concha, que era la encargada de tomárselas, se sentaba en una silla, sacaba la famosa ballena y, con ella en una mano y el libro en la otra, daba comienzo a sus funciones pedagógicas. Cada tropiezo, cada palabra que la niña olvidaba costábale un ballenazo en la cara, en el cuello o en las manos.

Era el sábado santo y faltaba menos de una hora para la misa de Gloria en la Iglesia Mayor. Un reloj acababa de golpear nueve campanadas. Costábale mucho levantarse tan temprano. La caricia matinal de las holandas la amortecía la voluntad, haciéndola soñar en goces indefinidos.

Era Jacobo muy perezoso y costábale gran trabajo arrancarse del lecho; dio en él varias vueltas, estirándose y revolviéndose con esa dejadez del que no tiene cuidados, ni le esperan obligaciones, ni encuentra para saludar al nuevo día otra fórmula, otra oración, otro brote de sentimiento que un prolongado bostezo.

En torno de los ojos persistía aquel círculo oscuro, negro, de agitación y dolor. El conde sentía apretarse su corazón cada vez que la veía. Costábale trabajo retener las lágrimas. Amalia no dio noticia a su amante del imprudente anónimo que había dirigido a Quiñones. Temiendo, por la actitud de éste, algún grave acontecimiento, resolviose a despistarle, ya que volverle la calma no era posible.