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Actualizado: 10 de septiembre de 2024


Arrastraban sillas, sonaba el piano y después el taconeo de los danzantes. Bailaban. «¡Y todo esto lo he traído yo! ¡Y bailan sobre las ruinas! ¡Los Reyes se arruinan; la casa Valcárcel truena... y el último ochavo lo gastan alegremente entre todos estos pillos y viciosos que he metido yo en casa!». «¡Empezó él!, decía ese tunante. ¡Y tiene razón! Yo empecé, y aún debo, aún debo... lo robado.

Unos hablaban de un mar de fuego que llenaría la tierra, y que una tempestad había agitado sus olas; otros pretendían que un volcán intentaba surgir en las inmediaciones, y que dentro de poco tiempo, el cráter se abriría; había quien no sabiendo nada de fuego central, ni habiendo jamás visto cráteres ni corrientes de lava, pensaba en un grupo de fuentes salinas y yesosas que nacían en un vallecillo al pie de una ladera pedregosa; al notar que después del temblor sus aguas se habían enturbiado y arrastraban lodo, y que algunas de ellas habían cambiado de orificio de salida, se preguntaban si no serían ellas la verdadera y única causa.

Y mientras dormían y se arrastraban los espedientes, mientras los papeles sellados menudeaban como cataplasmas de médico ignorante por el cuerpo de un hipocondríaco, Basilio se enteraba en todos sus detalles de cuanto había ocurrido en Tianì, de la muerte de Julî y la desaparicion de Tandang Selo.

Cruel y generoso, pródigo de su sangre y de la ajena, duro para el negocio y manirroto para el placer, los negociantes de Cuba le habían apodado el Capitán Magnífico, y así seguían llamándole los pocos marineros de su antigua tripulación que aún arrastraban por la playa las piernas reumáticas, tosiendo y encorvando el pecho.

La paternidad, más fuerte y duradera que el amor, podía haber llenado el resto de sus días, de no haber muerto su hijo... Le quedaba la venganza, la dura tarea de devolver el mal á los que tanto mal le habían hecho; pero ¡era tan débil para luchar con todos ellos!... ¡Resultaba tan pequeña y egoísta esta finalidad comparada con otros entusiasmos que arrastraban al sacrificio en aquellos momentos á grandes masas de hombres!...

Mientras la arrastraban, Lita iba repitiéndose la mágica fecha, para que no la olvidase su memoria de pajarito... Todavía al despedirse de Ramón hasta el día siguiente, le recomendó otra vez: ¡No vayas a perder el apunte! Ramón se alzó de hombros ante tanta insistencia, y se volvió a la cocina ligeramente disgustado por la poca atención que mereciera su abanico de papel de colores...

Lo mismo habían avanzado en otros siglos las grandes invasiones históricas. Eran como las antiguas naciones en marcha, que arrastraban detrás de ellas los seres y los muebles que forman la familia. Algunas veces llegaban á ser veinte mil, todos á caballo, sin medicamentos, sin víveres, confiando al azar la vida del día siguiente.

Otro caso notable de los efectos de la misma invocación es el de un fraile dominico llamado fray Juan Masias quien, durante más de doce años, estando en su celda a oscuras, en oración, se llegaban a él muchos demonios y le arrastraban y aporreaban tratándole muy mal de palabra y obra; pero que se veía libre de ellos diciendo: "Jesús Salvador, María y José sean conmigo."

Acampaban junto a vuestros muros, pasaban todos los días ante vuestras puertas a la hora de vuestro sueño. No les habéis visto porque eran débiles, porque se arrastraban humildes. Negabais su existencia porque no proferían amenazas. Ni piedad ni misericordia tuvisteis con ellos cuando aún era tiempo...

El viento soplaba furioso; las olas, como montes, subían por las rocas, llegaban hasta las casas, arrancaban puertas, arrastraban todo cuanto encontraban. Llegaban ritmicamente, entraban por las ventanas de la atalaya, nos llenaban de agua al viejo atalayero y a , y salían por la escalera de piedra con un ruido de catarata.

Palabra del Dia

jediael

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