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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Queda, pues, bien justificada mi emoción al poner el primer donde le puse. El mismo corredor de las listas nos entregaba la víspera del baile una credencial de socio y tres billetes de convite, impresos en cartulina, con letras de oro, y rubricados por la comisión.

Esperamos conocer el secreto del cardenal Sannini fue mi franca respuesta, sabiendo bien que él estaba en posesión de la verdad, y sospechando que, junto con el inglés tuerto, había sido también socio de Blair.

En el camino mi capitán me explicó en vascuence que la visita la hacíamos principalmente a la señora de Cepeda, una vascongada, paisana nuestra, casada primero con Fermín Menchaca y después con don Matías Cepeda, un almacenista, socio del primer marido. Desembarcamos en el muelle, pasamos la puerta del Mar y seguimos por una calle próxima a la muralla.

Además, en la fábrica de la montaña, aunque bien pagado, considerado y satisfecho en punto a comodidades materiales, pues tenía buena casa, gajes y atenciones, al fin no prosperaba, no podía hacerse rico. Ensayó el proyecto de convertirse en socio industrial, pero cedió ante las dificultades que el propietario a solapo le fue poniendo.

A que resultara grata la permanencia en Saludes contribuía mucho el director facultativo, hombre de treinta o pocos más años, simpático, muy inteligente, y en quien se daban reunidas raras circunstancias y envidiables prendas. El doctor Ruiloz era el primogénito de un banquero, socio principal de la casa Ruiloz y Compañía, de Madrid.

Su mujer, Gregoria, ostentaba las joyas de una reina, que los amigos del omnipotente socio de S. E. se apresuraban a ofrecerla el primero de año o el día de su santo; y sus hijas, Susana y Angelita, no bebían las perlas disueltas en el vino de sus comidas, se decía, porque no les daba la gana.

Y ese hombre, ese socio del círculo, que trataba á usted tan familiarmente... ¿quién era? Tragomer se puso sombrío; la animación de su semblante dejó plaza á una intensa palidez y dijo, bajando la cabeza: Era el conde Juan de Sorege, el amigo intimo, el compañero de locuras de Jacobo de Freneuse cuando éste era libre y dichoso...

Decir que estos manjares elegidos no le hicieron efecto, sería negar la evidencia y blasfemar de las comidas regaladas. M. L'Ambert adquirió en poco tiempo hermosos mofletes rojos, un pescuezo muy digno de cualquier ternero apoplético y una respetable panza. Pero la nariz parecía una especie de socio negligente o desinteresado, que no se ocupa en cobrar sus dividendos.

Nada digo de la concurrencia, porque ya se sabe que era lo más selecto de la población. Pues bien, todo ello junto no nos costaba al día siguiente más de tres pesetas á cada socio. ¡Con tan liviano presupuesto se procuraba á la florida juventud santanderina el más apetitoso deleite de cuantos ofrecérsele podían!

El socio de Tennessee sobrellevó sencilla y pacientemente, según su costumbre, la pérdida de su mujer; pero la sorpresa de todo el mundo fue cuando, al volver un día Tennessee de Marisvilla sin la mujer de su socio, porque ella, siguiendo su costumbre, se había sonreído y marchado con otro, el socio de Tennessee fue el primero en estrecharle la mano y darle afectuosamente los buenos días.

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