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La humildad existirá acaso con relación al Omnipotente, mas para todo lo que hay, y no es Dios, no entiendo yo qué humildad cabe en la firme esperanza de que Dios ha de ayudarnos á fin de que se logre y se cumpla lo que queremos. Partiendo de las anteriores consideraciones, entiendo yo que el autor de que hablo acusa con poca razón á los jesuítas de no ser humildes, sino orgullosos.

Yo fuí en un tiempo ido fanático creyente que sólo profesaba católica doctrina, teniendo como norma la ley omnipotente, teniendo como pauta la voluntad divina. Después, el golpe rudo de un brusco desengaño mostróme cuán amarga es la verdad desnuda, y uniendo con lo cierto el dolo de un engaño plasmé nuevas ideas, y germinó la duda.

El acto de ciega confianza de su novia y su vieja amiga entregando sin temor los ahorros al omnipotente don Ramón Morte había acabado por decidirle. ¿Iba a ser él más cobarde que aquellas dos mujeres? Vendió su huerto de Alcira, y los ocho mil duros que le dieron engrosaron el raudal de oro que, a impulsos de la más ciega confianza, iba a caer en las cajas del filántropo banquero.

A propósito de adulaciones, no recuerdo en qué cronicón he leído que uno de los virreyes del Perú fué hombre que se pagaba infinito que lo creyesen omnipotente.

Desentendiéndose del belicoso tráfago que repugna á sus instintos, y desconociendo la índole de la agitacion que causan en su Estado los numerosos ejércitos de berberiscos, egipcios, mamelucos, esclavos y renegados, que dirige el usurpador de su autoridad, pasa la indolente é inútil vida en los brazos de sus sultanas y concubinas, encerrado en sus palacios y jardines. ¡Cuán diverso su omnipotente ministro!

El sol, implacable, lanzaba de una vez, en apretado haz, todos sus rayos sobre nosotros, cual si quisiera aplastarnos, reducirnos a la nada, de donde su calor vivificante nos había sacado. ¡Qué hermoso, qué vivo, qué omnipotente sol! Solo en el Mediodía se siente su fuerza augusta y acometen deseos de adorarlo. En los primeros momentos hablose poco en la lancha.

La pasión de lo útil, un sensualismo omnipotente, invade a la sociedad española, y muy singularmente a esa clase media que en la primera mitad del siglo tantas y tan gallardas muestras dio de su amor a lo justo y a lo bello.

No hay nada que vigorice el estómago como la convicción de tener de su parte al Omnipotente y la esperanza fundada de que más allá de esta vida, si hay fuego y tormentos eternos para los pelagatos y descamisados que se atreven a discutirle, para las familias cristianas, esto es, para las que tienen religión y propiedad y antepasados, no puede haber más que bienandanza, una eternidad de salmón con mayonesa y de crevettes a la parisienne.

Mientras acudía a remediar el desperfecto, D. Paco estaba en tierra de rodillas, con los brazos en cruz y la mirada fija en el techo y con voz compungida y entrecortada, mientras gruesos lagrimones lustraban sus mejillas, decía: ¡Señor Omnipotente y Misericordioso: que estas agonías sean en descargo de mis pecados!

Cualquier favor, por consiguiente, que a él hiciera Juanita sería una infidelidad de esta, y para don Paco un agravio, que probablemente no se resignaría a sufrir y del que resolvería tomar venganza. A pesar de tales inconvenientes, don Andrés no se arredraba. Se sentía picado de que a él, omnipotente en Villalegre, se le desdeñase de aquel modo. El mismo desdén estimulaba más su deseo.