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Actualizado: 21 de octubre de 2025
A veces, cuando la urgencia del asunto lo requería, encendía el gas y seguía en su tarea, sin preocuparse de la hora, ni de la que marcara su estómago, mientras su aristocrático socio faroleaba en Palermo, descuidado.
Cuando Quilito entró, Jacinto en el sofá leía un periódico, y encaramado sobre un banco, escribía un joven muy rubio, casi albino, el socio, o la compañía de que hablaba el letrero.
No obstante, cuando sonó un golpe a la puerta y se dijo que el socio de Tennessee estaba allí para defender al prisionero, fue admitido en seguida sin el menor interrogatorio; acaso los miembros más jóvenes del jurado, para quienes los sucesos se prestaban a graves reflexiones, lo saludaban como un poderoso auxilio.
En el cuarto año de su carrera se hizo presentar como socio en el Ateneo.
El socio de Tennessee la estrechó entre las suyas largo rato. Como pasaba por casualidad dijo, entré sólo por ver cómo seguían las cosas. Dejó caer después pasivamente la mano que le había tendido, y añadiendo que la noche era calurosa, se enjugó de nuevo la cara con el pañuelo, y sin más, se retiró del local. Aquellos dos hombres no se encontraron ya jamás en la vida.
Recuerden que Blair me pagó lo justo, y aun más de lo estipulado; pero, como ustedes lo saben bien, era un hombre sumamente reservado en todo lo concerniente a sus asuntos, y me dejó sin saber nada. ¿Y no puede darnos más informes sobre este tuerto que parece que ha sido socio de Blair en la extraordinaria empresa misteriosa?
Y ustedes le echan el anzuelo y lo pescan a él. ¡Tantos a tantos de triunfos! Apelo a su sano criterio y a la recta conciencia de este alto tribunal, para que diga si es esto así o no... Preso dijo el juez, interrumpiéndo de nuevo, ¿tiene usted alguna pregunta que hacer a ese sujeto? ¡No, no! continuó rápidamente el socio de Tennessee. Esta partida me la juego yo solo.
Al llegar a París buscó un cuartito amueblado en lo más céntrico; alquiló coche, compró caballo, se hizo socio de dos clubs aristocráticos y comenzó a hacer la vida a que sus convicciones filosóficas le arrastraban.
El redactor principal del N ... le contestó el secretario, director de una sociedad filantrópica, caballero de Carlos III, por una oda dedicada al rey; socio honorario de todos los clubs revolucionarios de París, por una elegía á Marat.... ¡Redactor del N!... exclamó admirado el interpelante. ¿Entonces hay en Madrid dos periódicos de ese nombre! No, señor don Silvestre.
A eso, a eso voy continuó el socio de Tennessee. No seré yo quien diga algo contra él. Veamos, pues, el caso. Figurarse que a Tennessee le hace falta dinero, que le hace mucha falta dinero, y no le gusta pedirlo a su viejo socio. Está bien, ¿pues qué es lo que hace Tennessee? Echa el anzuelo a un forastero y pesca al forastero.
Palabra del Dia
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