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Actualizado: 21 de octubre de 2025


¿Otro consejito, Simón? ¡Dios me libre de la tentación de cometer ese nuevo pecado! Sólo que pensaba yo que en ese punto, bien cabía, sin ofensa de los respetos que debo, una indicación... Y ¿cuál es? Que sería más de sentir que el dinero perdido por Vuecencia, como socio del banquero en determinados casos, el que pudiera perder en la misma compañía, de muy distinta manera.

¡Chocheces de viejo! dijo Quilito con suficiencia: si te cierra la bolsa, acudes al Banco, que es el padre común de los fieles. No habrá más remedio... Bajó la voz, porque quería contar algo que no convenía oyera el socio, inclinado sobre el pupitre.

»En Madrid permanecí de Julio de 1876 a Diciembre de 1882. El tiempo que estuve en la corte lo dediqué exclusivamente a mis trabajos de abogado y a la práctica de la caridad, como socio de San Vicente de Paúl y Asociación de Católicos. Fui también socio del Ateneo y de la Juventud Católica. Esta última sociedad me honró con el cargo de presidente de la sección de Derecho.

¡Oh, gran adquisición! dijo un socio ; si doña Ana viene, será un gran ejemplo, porque ella, hace tanto tiempo retirada... ¡oh! será un gran ejemplo. Efectivamente. Que se corra que viene la Regenta y se llenará esto con lo mejorcito. Señor Quintanar dijo el ex-alcalde se le declara a usted benemérito del Casino... si consigue traer a su señora la Regenta.

Se retiraba temprano a casa, frecuentaba las iglesias y paseaba muchas tardes con algún clérigo; se hizo socio de varias cofradías piadosas, entre ellas de la de San Vicente de Paul, visitando a los pobres en compañía de los beatos de la villa y gastando no poco dinero en donativos para el culto.

Durante unos instantes estuvo su vida en peligro. Uno o dos hombres se levantaron en el acto, varias manos buscaron armas ocultas, y sólo la intervención del juez pudo dominar la propuesta de «echar a aquel insolente por el balcón». El reo se reía, y su socio, al parecer ignorante de la sobreexcitación que causaba, aprovechó la oportunidad para enjugarse otra vez la cara con el pañuelo de bolsillo.

A pocos metros de la cabaña, se extendía un inculto cercado que, en los cortos días de felicidad matrimonial del socio de Tennessee, había servido de jardín, pero que, en aquel entonces, disfrutaba de una exuberante vegetación de helechos y hierbas de todas clases.

El insigne Santa Cruz, que se había enriquecido honradamente en el comercio de paños, figuraba con timidez en el antiguo partido progresista; mas no era socio de la revoltosa Tertulia, porque las inclinaciones antidinásticas de Olózaga y Prim le hacían muy poca gracia.

El infierno está empedrado de tales Cliffords. Y acto continuo presentó al desgraciado, cuyo nombre por casualidad era realmente Clifford, como el Papagayo Carlos, repentina y profana inspiración que pesó sobre él para siempre. Volvamos ahora al socio de Tennessee, a quien siempre conocimos por este título relativo, aunque más tarde supimos que existió como una individualidad distinta y separada.

Este Obispo, Caballero gran Cruz de Isabel la Católica y Socio correspondiente de las Academias Española y de la Historia, visitó con celo verdaderamente apostólico toda la diócesis, administrando el santo Sacramento de la Confirmación hasta en los pueblos mas pequeños, y dirigiendo en todos ellos su paternal y cariñosa voz a los fieles: reedificó la escuela de la enseñanza y reconstruyó el ex-convento de Capuchinos en las inmediaciones de Teruel, para establecer en él como estableció una casa de misión y corrección . Escribió y publicó varios artículos en la Revista Católica, Pastorales y discursos llenos de erudición, entre ellos el que pronunció en Madrid por encargo de la Academia Española, en el aniversario de Cervantes, año 1864.

Palabra del Dia

mármor

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