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Puesta la mesa y sobre ella los manjares, y echada la bendición por el estudiante, dejaremos á la familia cenar con toda libertad: es operación, salvas algunas leves diferencias de forma en los cubiertos y de fuerza de masticación, que todos hacemos lo mismo.

Sentábase ante una suntuosa y bien servida mesa «llena de frutas y mucha diversidad de platos de diversos manjares»; pero entre la boca del infeliz y cada plato interponía su varilla el médico Pedro Rezio, diciendo: absit!, y retiraban el manjar, dejándole á Sancho más hambriento que nunca.

En el caso de nuestro país, las reformas hacen el papel de los manjares; Filipinas el de Sancho, y el del médico charlatán lo desempeñan muchas personas, interesadas en que no se toque á los platos, para aprovecharse de ellos tal vez. Resulta que el pacienzudo Sancho, ó Filipinas, echa de menos su libertad, renegando de todos los gobiernos, y acaba por rebelarse contra su pretendido médico.

Tambien se ha de saber, que aquella sensacion, que llamamos gusto y deleyte sensibles, se sigue solo en el alma quando las impresiones de las cosas se hacen de un modo cierto y determinado; así vemos que los manjares ocasionan gusto en el sano, y desabrimiento en el enfermo, porque las impresiones se hacen de un modo en la salud, y de otro en la enfermedad.

La necesidad apremiante de su organismo giganteo se imponía. En cambio, Cecilia apenas si tocaba en los manjares. Viendo en su plato dos pedacitos de jamón del tamaño de dos avellanas, preguntóle el joven: ¿Para quién hace usted ese plato, para el loro? No; es para . ¿Y no tiene usted miedo que se le indigeste? Era la primera chanza que se autorizaba con su futura.

No puede ver nada fuera de su sitio. La mesa ha de estar bien puesta, sin que falte nada. ¡Cuidadito! El dice que en las casas bien arregladas no dura mucho la tristeza; que en una mesa bien servida, aunque no haya en ella ricos manjares, ni perdices, ni lampreas, no falta la alegría. Ya verás, hay que andar listas. ¡Que lo diga señora Francisca!...

Viéndose sola en el comedor, se acercó a la mesa, donde aún estaban casi intactos los ricos manjares, los confites, las frutas y los generosos y chispeantes vinos; pero el recuerdo de la voz misteriosa y de la mano invisible la detenían, y la obligaban a contentarse con mirar y oler.

La bazofia y los condumios del ama de gobierno le parecían los manjares más deliciosos; el duro taburete en que se sentaba, mucho más blando que un sillón ministerial; y el aspecto rústico que tenían todos los objetos que encontraba y de que servía en casa de su amigo, eran el complemento de sus mejores ilusiones.

El pobre diablo se entregaba a estos placeres con la ingenuidad de un piel roja. Lo emborracharon, lo ahitaron de manjares, le hicieron descender todos los escalones que separan al hombre de la bestia.

Luego yo bajaré á disponer los manjares y á sacar las botellas de la bodega. Eh, ya estamos en la sala azul. Es muy buena, en ella sólo comen personas principales; he comprado esta docena de sillones y estos espejos á un indiano que se volvía á las Indias.