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Mis recelos y temores de que el secreto había sido obtenido por medios infames, han quedado, al fin, enteramente disipados; y la mancha que pesaba sobre la memoria de mi pobre padre ha desaparecido. ¿Y el misterio de su muerte? le dije, asombrado de esta notable revelación de estratagemas y de engaños. ¡Ah! suspiró, he cambiado de opinión.

Aquella pregunta, después de los otros preparativos, le hizo temer que el Ministro le buscara la bolsa. Conoció éste, como si se los leyera en la cara, sus recelos, y se apresuró a decirle, soltando la carcajada: No lo pregunto para pedírselos prestados, señor don Simón.... Amigo, los hombres ricos tienen ustedes la tranquilidad en un hilo.

Y esperárase a lo menos doña Guiomar a que, por ser mujer de Cervantes, este dudar no pudiera de la hasta entonces entera castidad suya, y mejor hiciera, y sobre seguro y sin peligro pudiera contarle lo qué, no habiendo llegado a aquellos términos, era ocasionado a los recelos, que como no podía menos de ser, a nuestro Miguel, que era hombre de una grande experiencia, acometieron.

Cuando la aldeana fijaba en él sus ojos azules, anegados en caliente humedad, el capellán experimentaba malestar violento, comparable sólo al que le causaban los de Primitivo, que a menudo sorprendía clavados a hurtadillas en su rostro. Ignorando en qué fundar sus recelos, creía Julián que meditaban alguna asechanza.

Empecé a reflexionar qué pensaría de la gente del hotel cuando vieran la clase de visitante que recibía, porque el Saboya es uno de los más elegantes de Florencia; pero pronto se disiparon mis recelos, porque al salir, exclamar, en italiano, al portero del hall: ¡Hola, Babbo! ¿Algún nuevo remiendo?

Pero, en breve, la idea de aproximarse a María Teresa, de verla, de satisfacer así su único deseo, lo hizo sobreponerse a sus recelos y temores. El día estaba demasiado adelantado para que pudiese partir aquella misma noche; telegrafió que iría al día siguiente.

Todavía, escudado por su humildad, trató don Paco de ocultar que estaba ya satisfecho, que había depuesto su enojo y que sus recelos se habían disipado. Con menos seriedad, sonriendo y entre veras y burlas, dijo; Me fío de ti; conozco que hablas con el corazón. No, no piensas en engañarme; pero, sin duda, misma te engañas.

Estaba atemorizado, pero también nosotros abrigábamos nuestros recelos después de la tentativa de Ruperto Henzar, y Sarto cuidó de tenerlo muy al alcance de su revólver mientras duró la entrevista. Al entrar tenía atadas las manos, pero inmediatamente hice que lo desataran.

Y Nélida aprovechaba la menor pausa para acariciar con gestos felinos y engañosos al sombrío centauro, que también parecía haber olvidado con la emoción sus recelos y sus amenazas. Acababa de encontrarse Isidro con ellos en el fumadero, y Nélida le había presentado al hermano. Un bárbaro; créame, Ojeda.

Pero puedo atreverme a lo que temo y desafiar los recelos de la materia. La noche llega.... El disco plateado de la luna empieza a brillar en los cielos. Nunca el pie de un mortal vulgar ha manchado las nieves sobre las cuales andamos durante la noche sin dejar ninguna huella.