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La chacha Ramoncica, en aquel apuro, me agarró de un brazo, tiró de , y me llevó al cuarto de Isabelita, con agradable sorpresa por parte mía. Halló D. Gregorio tan turbada a su mujer, que se acrecentaron sus recelos y quiso registrarlo todo, seguido siempre de su cuñado. Así llegaron ambos al cuarto de Isabelita.

Parecía hablar con sinceridad, pero debo confesar que yo no tenía confianza en él y que todavía abrigaba recelos.

Pero apenas ha entrado en ella y hablado algunas palabras con su protegida, cuando lo sorprende Elvira, á quien su conducta ha infundido recelos y sospechas; la última, al ver á la otra dama, siente y expresa los celos más vivos, y excita en el mismo grado los de Isabel. El acto primero termina con este enredo, que parece más complicado aún por otros incidentes que omitimos.

Los Capitanes y la demás gente de lustre aunque disimulaban, y en lo exterior se dejaban engañar, sentian mal de esta partida, y creyeron que más habia nacido de los recelos de Andronico, que de los movimientos de Bulgaria.

Pero viéndole sonreír y ponerse por un momento en actitud de gran atención, siguió hablando, sin preocuparse ya de él y conformándose con hablar para mismo. Experimentaba algo así como la embriaguez de sus recelos y de su angustia. Relataba los episodios desconcertantes con fidelidad minuciosa, y de vez en cuando se detenía, azotado por la visión repentina de Adriana bailando con el otro.

Trátase de dos amantes en la corte de León, de quienes todos sospechan, y que, para entenderse sin estorbos, y sin producir en nadie recelos, inventan un medio secreto de hacerlo. Elvira, dama de la corte, es amada por el Rey, conviniéndole acceder aparentemente á sus pretensiones, aunque, en realidad, sea su amante Don Lope, el secretario del mismo Rey.

Hasta le reconocía algunas cualidades de formalidad y buen sentido, que le hacían estimable en cierta medida. La que continuaba envuelta en el misterio era mi futura suegra. Había en su carácter algo indefinible que despertaba recelos. En alas de la imaginación podía llegar a sospecharse en aquella figura menuda y pálida, sonriente y compasiva, un carácter de tragedia.

Despertóle esto la fundada sospecha de si la carta ocultaría algún lazo, y de nuevo renacieron sus temores; mas recordó luego las mojigangas ridículas y los aparatosos misterios de que suelen rodearse siempre los masones, y esforzóse por creer lo que más halagaba sus deseos y ahuyentaba sus recelos: que en todo aquello había tan sólo una broma impertinente y ridícula que había que apurar hasta el cabo, y que la carta de Pérez Cueto era el chasco de Carnaval que debía coronarla.

Los gremios de los mestizos y de los naturales andaban siempre vigilándose el uno al otro y empleaban su espíritu belicoso y su actividad en recelos y desconfianzas.

¿Y no sabe usted adónde ha ido? Nada ha dicho la señora. Despedí a mi ayuda de cámara y me quedé solo paseándome por mi cuarto, aterrado, sintiendo no qué recelos. Yo no sabía qué pensar de Amparo; era para un misterio.