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Actualizado: 17 de junio de 2025


Contestó que, sintiéndose fatigada, iba a meterse en cama. En efecto, una gran pesadez la invadía; habría querido dormir, no pensar más; pero su sobreexcitación demasiado grande ahuyentaba el sueño bienhechor. Sus ojos, al cerrarse en las tinieblas, aprisionaban la imagen de Juan entre sus párpados.

Amaury, al verla cerrar los ojos, se puso en pie de un salto, pero el doctor le detuvo diciéndole estas palabras: Ahora duerme; aún le queda una hora de vida. Efectivamente, Magdalena dormitaba con el último sueño de la vida mientras el crepúsculo ahuyentaba las sombras de la noche y las estrellas se eclipsaban una a una ante la limpia claridad de la rosada aurora.

Despertóle esto la fundada sospecha de si la carta ocultaría algún lazo, y de nuevo renacieron sus temores; mas recordó luego las mojigangas ridículas y los aparatosos misterios de que suelen rodearse siempre los masones, y esforzóse por creer lo que más halagaba sus deseos y ahuyentaba sus recelos: que en todo aquello había tan sólo una broma impertinente y ridícula que había que apurar hasta el cabo, y que la carta de Pérez Cueto era el chasco de Carnaval que debía coronarla.

Cuando al fin la encontró, tuvo que dedicar más de una hora á la limpieza de estas armas de lujo, que habían perdido su brillo de plata en el olvido de un largo encierro. Se sentía fatigado, y al mismo tiempo la consideración de su importancia ahuyentaba su sueño. El alma de aquel drama que se estaba preparando para el día siguiente era él, sólo él.

No era rica, tal vez no era buena cristiana, como la deseaba ella; pero embellecería su existencia, dándole ánimos para seguir aquel camino áspero en el que le había abandonado su mano protectora, paralizada por la muerte. Al salir del fúnebre patio, les pareció aún más hermosa la avenida central del cementerio. El jardín, con su belleza melancólica, ahuyentaba toda idea de muerte.

La conoció, la adivinó antes. «¡Es tuya! le gritó el demonio de la seducción ; te adora, te espera». Pero no pudo hablar, no pudo detenerse. Tuvo miedo a su víctima. La superstición vetustense respecto de la virtud de Ana la sintió él en ; aquella virtud como el Cid, ahuyentaba al enemigo después de muerta acaso; él huir; ¡lo que nunca había hecho! Tenía miedo... ¡la primera vez!

El aire venenoso ahuyentaba á los habitantes, y los pocos que insistían en vivir á la sombra de sus antiguos templos tenían que escapar de las invasiones sarracenas, fundando en las montañas vecinas una patria nueva: el humilde pueblo de Capaccio Vecchio.

La campana, sin embargo, sonaba echada a vuelo, pero cada alegre vibración repercutía en sus oídos como un toque fúnebre y el resplandor de los cirios detrás de los vidrios de colores hacíale pensar en unos funerales, los funerales de su amor.... En vano ahuyentaba esas imágenes importunas, que volvían como una mosca a posarse en su frente.

Un camarero vestido de pielroja, con gran abundancia de plumas, iba ante la música haciendo molinetes con una cachiporra de tambor mayor. Saludábanse los pasajeros matinales en el paseo con grandes elogios al día. El agua era gris, el cielo estaba encapotado; el Océano ecuatorial ofrecía el aspecto de un mar del Septentrión. La brisa fresca que venía de proa ahuyentaba el temido calor.

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