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Las maromas rechinaban, los palos gemían en los agujeros que los aprisionaban y las velas se doblaban bajo el soplo de la brisa, inclinando las embarcaciones harto más de lo que desearan las señoras. El agua al dejar paso se rompía, produciendo un garganteo flautado que sonaba en la proa, deslizándose después por ambos costados con rumor de sedería que se despliega.

Al fin una sonrisa iluminó su rostro, levantóse de la silla, y cogiendo el del joven entre sus dos manos, le dijo en tono alegre: Bien; este acto te enaltece; pero de podías tomar ese dinero sin desdoro. ¿No soy tu mamá? Raimundo se contentó con besar las manos que le aprisionaban. No se volvió a hablar de dinero entre ellos.

Ulises no se había imaginado que el pequeño buque llevase tantas cajas. Cuando la bodega quedó vacía, desaparecieron los últimos marineros germánicos, y con ellos los cables que aprisionaban al velero. Un oficial le gritó que podía marcharse. Los dos sumergibles, más achatados sobre el mar que á su llegada, con los depósitos henchidos de esencia y aceite, empezaron á alejarse.

En alguna de estas últimas, la alta chimenea indicaba, que bajo su negro tubo se aprisionaban las múltiples fuerzas del vapor.

Recortaban cruelmente sus tiernos rabos mientras hablaban con los compradores, o aprisionaban sus finos tallos con el hilo, sin que les enterneciera el perfume que en son de protesta les arrojaban al rostro. Un mosaico deslumbrador se extendía sobre las mesas.

Y separando nuevamente los brazos que le aprisionaban y sonriendo sarcásticamente, retrocedió algunos pasos y se fue. Clotilde le miró estupefacta: después cayó desmayada en el diván.

Contestó que, sintiéndose fatigada, iba a meterse en cama. En efecto, una gran pesadez la invadía; habría querido dormir, no pensar más; pero su sobreexcitación demasiado grande ahuyentaba el sueño bienhechor. Sus ojos, al cerrarse en las tinieblas, aprisionaban la imagen de Juan entre sus párpados.

Además, doña Bernarda llevaba a Remedios a la suya con frecuencia, y rara era la tarde que al entrar en su casa Rafael no encontraba a aquella muchacha tímida, torpe y de una belleza insignificante, vestida con trajes que aprisionaban cruelmente su soltura de chicuela criada en los huertos, transformada rápidamente en señorita por la buena suerte del padre.

Era un amplio patio con cobertizos, debajo de los cuales trabajaban los toneleros golpeando con sus mazos los aros que aprisionaban la madera. Los toneles a medio construir, con sólo la parte superior sujeta por los aros de hierro, abrían sus duelas sobre un fuego de virutas que las caldeaba, encorvándolas para que facilitasen el cierre.

Más de una vez me han ofrecido sus coronas de duque o de marqués, creyendo que con esto me aprisionaban, me podían conservar, cuando yo sintiendo fastidio pretendía levantar el vuelo. ¡Casada yo! ¡Qué disparate!... Reía como una loca con una risa que hacía daño a Rafael.