United States or Canada ? Vote for the TOP Country of the Week !


728 Muy pronto estuvo mi poncho lo mismo que cernidor; el chiripá estaba pior, y aunque para el frio soy guapo ya no me quedaba un trapo ni pa el frío, ni pa el calor. 729 En tan triste desabrigo tras de un mes, iba otro mes; guardaba silencio el Juez, la miseria me invadía, me acordaba de mi tía al verme en tal desnudez.

La encontré iluminada por los oblicuos rayos del sol poniente y quedé como deslumbrado por el resplandor de aquella luz caliente y rojiza que la invadía como una oleada de vida. Sin embargo, me sentí más tranquilo viéndome solo y me asomé a la ventana esperando la hora saludable en que aquel torrente de claridad iba a extinguirse.

El dolor tiene su fascinación como el placer, y las lágrimas seducen lo mismo que las sonrisas. Tomé, pues, el sombrero y me largué al Muelle. Una apiñada multitud de gente de pueblo se revolvía, gritaba, lloraba é invadía la última rampa, á cuyo extremo estaba atracada una lancha.

Más lejos, hacia la esquina de la calle, se veían las paredes de piedra de talla y la techumbre de tejas de la nueva destilería que había construido Princetot... Allí estaba éste precisamente apoyando sus anchísimas espaldas en la misma puerta... Encendido el rostro, enorme el vientre, vestido de paño ordinario, medio cerrados los ojos que la grasa invadía, y sin moverse, examinaba con su flema de siempre al nuevo huésped que llegaba de Langres.

Ya dije que los heridos se habían transportado al último sollado, lugar que, por hallarse bajo la línea de flotación, está libre de la acción de las balas. El agua invadía rápidamente aquel recinto, y algunos marinos asomaron por la escotilla gritando: «¡Que se ahogan los heridos

Por más esfuerzos que hacía para volver otra vez a aquella mi anterior convicción, no lo lograba. Oscuro y temeroso se me ofrecía lo que poco antes veía claro y risueño. Pues, a pesar de eso, no observaba en mi alma aquel sentimiento de furor y rabia que me había acometido al saber mi derrota. Una extraña laxitud la invadía, un desfallecimiento que me inclinaba a la tristeza, no a la cólera.

Imagine usted una ciudad pequeña, devota, vetusta, olvidada en el rincón de una provincia que no era paso para ninguna parte, no sirviendo para nada, de la cual iba retirándose la vida a medida que invadía la campiña; sin industria, muerto el comercio, habitada por burgueses reducidos a escasos recursos y de aristócratas empobrecidos; durante el día, las calles sin movimiento; de noche, las avenidas en tinieblas, reinando un silencio solamente interrumpido por las sonerías de los relojes de las iglesias, y a las diez por el lúgubre tañido de la gran campana de San Pedro recordando la necesidad del descanso al vecindario, del cual tres cuartas partes estaban ya entregados al sueño más bien de puro fastidio que por cansancio.

Viéndola tan tranquila, cuando yo estaba tan turbado, encontrándola tan perfectamente bella, cuando tantos motivos tenía yo para reconocerme desagradable con mi traje de colegial y mi aspecto de campesino desgalichado, invadía todo mi ser un sentimiento de inferioridad humillante que me llenaba de desconfianzas, transformando la más sencilla familiaridad en sumisión sin dulzura, en ruin servidumbre con asomos de esclavitud.

Exponer sus prestigios, sus méritos, su porvenir entero es el heroísmo moderno más alto y más noble. Tocole vivir una época de bizantinismo desenfrenado, en que la corrupción lo invadía todo y los valores morales se cotizaban en moneda nacional. Un pueblo de caballeros en que no abundaba la hombría de bien, es decir, un pueblo de respetables ladrones.

Con las manos convulsas, tomó de nuevo el periódico que había dejado caer, y leyó la gacetilla por segunda vez, por tercera, por cuarta... Cuanto más la leía, más penetraba en su cerebro, más se aferraba a su espíritu la funesta sospecha. Y sintió un frío extraño que le invadía todo el cuerpo menos la cabeza.