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Actualizado: 31 de agosto de 2024


Allí estaba el de Jijona, con sombrerón de terciopelo, traje de paño negro y el ancho cuello de la camisa sujeto por un broche de plata. Al lado la mujer, con su rostro redondo y sonrosado de manzana y el pelo estirado cruelmente hacia la nuca, cayendo en gruesa trenza por la espalda sobre la pañoleta de vistosos colores.

Lo que he oído en casa de la señorita de Freneuse no es para desanimarme. La paciencia y el valor de esas dos mujeres, amigo mío, son admirables. ¡Ellas tampoco dudan! ¡Ah! ¡Qué alegría les ha causado mi intervención! Se puede decir que han sido tan cruelmente abandonadas por todo el mundo... Tragomer hizo un ademán de protesta. ¡Oh!

Predicador de S. M. y del Colegio Imperial. Toda la relación está llena de esta verdad, y confirmada con la sangre de muchos misioneros, muertos cruelmente á manos de los bárbaros, por conservar y mantener en su pureza la fe de Jesucristo.

Por la mañana miró la helada negra que parecía oprimir cruelmente cada rama de hierba, mientras que el viento hacía rizar la charca roja, helada a medias. Pero al llegar la noche la nieve se puso a caer y le veló hasta aquella lúgubre perspectiva, encerrándolo estrechamente con su pena concentrada.

Si ántes los Judíos de Francfort fueron tan cruelmente tratados, hoy su condicion es muy distinta, y si han de conservar sus costumbres de usura, ocultacion, especulaciones sobre harapos y cosas viejas, desaseo repugnante y espíritu estrecho de raza ó comunion, el juicio que en lo futuro se forme les atribuirá la mayor parte de la responsabilidad.

La viuda, aunque su corazón sangraba cruelmente, dulcificó aún más la voz y trató de calmar a la joven, asegurándole que no se separaría nunca de ella y que estaría siempre a su lado para quererla y protegerla. Por fin, cuando creyó haberlo conseguido agregó: Pues bien, Elena, ya que este viaje te asusta tanto, todavía creo que lo podré impedir.

Jamás había asistido a una de estas fiestas brillantes de la sociedad aristocrática. La realidad no correspondió a su esperanza, como siempre acontece. Toda aquella vana ostentación, el lujo escandaloso desplegado ante su vista, en vez de acariciar su orgullo lo hirió cruelmente. Nunca se sintió tan forastero en aquel mundo que hacía tiempo frecuentaba.

Su exesiva indigencia, haciéndoles arrostrar á veces los mayores peligros, los induce á salir á la caza de tigres, con cuya carne se alimentan: con este mismo fin persiguen cruelmente á los caimanes.

Rubín tragaba saliva y buscaba en el sitio donde tenemos el bigote algo que retorcer, y encontrando sólo unos pelos muy tenues, los martirizaba cruelmente. «Eso... según... dijo ella plegando su entrecejo . Me iría o no me iría...». ii Maximiliano quería saberlo todo.

Las espinas de la vida comenzaron a clavarse cruelmente en las carnes delicadas de aquella niña, que hasta entonces sólo flores había hallado en su camino. El despego de Amalia fue creciendo de día en día. A la par crecía también la reserva y la timidez de su hija. Pero como al fin era niña, esta tristeza disipábase a veces al impulso de un capricho.

Palabra del Dia

jediael

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