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Vio dos o tres que él conocía, y pensó: «Me alegro; ahora veréis lo que es bueno». El regente que no era Quintanar con el entrecejo arrugado y la toga tersa, sentado en medio de la nave en un sillón de terciopelo y oro, contemplaba al predicador, preparándose a separar el grano de la paja, dado que hubiera de todo.

Casi siempre en sus pláticas, en sus conversaciones particulares y en los sermones, que predicaba con frecuencia porque era excelente predicador, clamaba mucho contra la falta de religión y contra la impiedad que va cundiendo por todas partes, con lo cual los ricos pierden la caridad y los pobres la resignación y la paciencia, y en unos y en otros germinan y fermentan los vicios, las malas pasiones y las peores costumbres.

Es lo que ha hecho la civilización liberal, aumentando progresivamente las profesiones instruidas, que eran sólo tres en la civilización cristiana: predicador, abogado y médico, y que hoy llegan a cincuenta y siete, según el cómputo de Hubbard.

En algunas ediciones antiguas aparece la célebre comedia, titulada El diablo predicador, como obra de Belmonte, aunque otras lo atribuyan á Antonio Coello, y algunas se limiten á llamar á su autor un ingenio de esta corte . Por lo que hace á su estilo, se asemeja, sin duda, al de las demás obras de Belmonte, y si es suya, en efecto, es seguramente la mejor.

De ellos se nos sirvieron á los tres hombres á capón por barba, y se repartió el cuarto entre las tres mujeres. Y lo de menos hubiera sido para semejante alarde de prodigalidad, y hasta el acostumbrarme á ver sin admiración cómo mi tío y el predicador engullían cuanto les ponían por delante; pero lo terrible fué que me obligó á hacer lo mismo que ellos la implacable oficiosidad de mi cara tía.

La señaló además para evitar murmuraciones y escándalo, porque ella había oído decir a un predicador que, según el Evangelio, no hay nada tan malo como el escándalo, y que a los escandalosos es menester arrojarlos al mar con una piedra de molino atada al pescuezo.

«¡Ay! hermanos míos continuó el cura , ese antiguo negociante, el digno Kernok, era también un cordero alejado del redil. Ese cordero se encontraba también en países lejanos... y la Providencia le tomó por la mano.» ¡Por la pata! dijo el viejo Durand. ¡Mire que comparar al capitán a un cordero! dijo Grano de Sal poniéndose la gorra delante de la cara. Sin embargo, el predicador continuó: *

El altar estaba protegido por un dosel o toldo formado con colchas: a la izquierda habían colocado un púlpito para el predicador. Andrés, Rosa, la tía Eugenia y Máxima se sentaron a la sombra de un castaño, aguardando la misa. Los contornos de la iglesia ofrecían grata perspectiva. Los romeros hormigueaban por todas partes con mucha algazara.

Este D. Jeremías desempeñaba un cargo en el Tribunal de la Rota, tenía el título de predicador de S. M. y el de prelado doméstico de S. S. Era activo, intrigante, de genio vivo y trato campechano. Godofredo y él se hicieron en poco tiempo íntimos amigos. Laguardia tenía tendencias a la dominación; le gustaba servir a los amigos, pero dominándolos.

El reputado predicador oficial, reverendo Josué Mac Sangley, la había colocado de criada en un hotel, para que empezara a adiestrarse, presentándola luego a sus discípulos en la clase de los domingos. Mas el camino que se le había trazado era demasiado estrecho para ella.